❂ capítulo treinta y tres ❂

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Y de pronto pasaron dos meses...
No me culpen, es la universidad ):

Dedicado a Karlis :)




ZEERAH



El nombre de la bruja era Misah.

Había vivido en esa cabaña por lo que parecía mucho tiempo, pero Zeerah no logró sacarle más información a pesar de que lo intentó muchas vecess. Obtener su nombre había sido su más grande victoria.

La tormenta empeoraba conforme transcurrían las horas y el sonido de los truenos, seguidos por los rayos los mantenían con los pelos de punta. Aunque Zeerah estaba al borde un colapso, ella y Jaekhar hicieron lo mejor por lucir relajados. Lo cual no era difícil porque estaba maravillada por todo lo que veía en esa pequeña cabaña; por cada instrumento haciendo cierta tarea, por la cantidad de hierbas y pociones en las estanterías, la forma en la que la bruja atendió la herida de su yegua, bajo la atenta mirada de Zeerah, quien le hizo mil preguntas tratando de hacerse oír a través de la densa lluvia.

Pero la mujer no parecía tener problemas en ignorarla.

La única que no le quitaba la vista de encima era la lechuza, aunque Zeerah se prometió no preguntar sobre Deana -el cual parecía ser su nombre-, tan solo esperó hasta que Jaekhar saliera del cuarto de baño, y cuando lo hizo, estaba usando ropa que Misah también había hechizado para limpiar. Usaba su magia con tanta soltura, que Zeerah se encontró deseando aprender cada uno de sus trucos.

Casi lloró de alivio cuando estuvo sola en la pequeña habitación que tenía una vieja tina con agua humeante. Y decidió no hacer preguntas sobre el vestido que apareció frente a ella. Era negro y simple, y le quedó como si hubiera sido confeccionado a su medida. Tan solo agradeció cuando salió de vuelta a la cocina, obteniendo un asentimiento distraído por parte de Misah. Jaekhar estaba entretenido en su comida cuando ella se aproximó hasta la mesa, una que estaba a rebosar de  tantos platos diferentes que sintió como sus entrañas se removían con anticipación.

—¿Vas a sentarte en algún momento cercano? Se enfriará si no lo haces —murmuró la bruja, con un tono molesto que no parecía para nada molesto. Zeerah se encontró preguntándose si ella y el príncipe habrían sido las primeras visitas que Misah había tenido en un largo tiempo.

Un centenar de preguntas más irrumpieron en su mente y habría intentado hacer algunas mientras tomaba asiento, de no ser por la mirada bicolor que se clavó en ella como una flecha.

—Es... ese no era tu vestido —murmuró con la boca llena, congelándose en una expresión que Zeerah nunca había visto en su rostro. Jaekhar lucía entre confundido, nervioso y eufórico. Tenía un leve sonrojo en sus mejillas, lo cual resaltaba mucho más las pecas esparcidas por su rostro.

—Estaba sobre mi ropa —respondió, pasando sus manos por la falda, sin saber exactamente qué decir a continuación.

Jaekhar tan solo se quedó embobado en la forma en que sus manos se movían por la tela.

—Tengo magia, pero el vestido que llevabas necesitaba un milagro  —dijo Misah, dándose la vuelta—. ¿Le gusta, alteza? Yo diría que si. Estás sonrojado.

Jaekhar dio un respingo. Zeerah lo vio ponerse más rojo. Sintió como sus propias mejillas empezaban a arder. Y extrañamente, el joven príncipe que siempre estaba seguro de sí mismo, se quedó sin palabras. Abrió la boca, pero ningún comentario burlón salió de sus labios.

Jaekhar se tardó diez segundos en encontrar su voz de nuevo.

—Es un hermoso vestido —dijo sin levantar la mirada, regresando a su comida.

Drakhan NeéNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ