❂ capítulo veintidós ❂

3.4K 524 1.8K
                                    







D A E R Y S






Daerys estaba acostumbrado a la atención.

A las miradas curiosas y expectantes, o a las que intentaban buscar el más mínimo defecto en su persona. Ya fuera su postura o en las arrugas de su ropa, tal vez algún mechón de cabello despeinado. Esas normalmente, se las dirigía la Corte, los consejeros de Goré nunca decían nada con palabras. Su lenguaje se limitaba a miradas furtivas que normalmente ignoraba con facilidad.

También estaba acostumbrado a los cientos de jóvenes lores que visitaban La Capital con ambición, intentando canjear tontas sonrisas e insustanciales cumplidos por una mano en compromiso. Daerys había rechazado todas las propuestas desde que tenía quince, pero siempre parecía haber alguien esperando en la larga fila.

Su hermana Alysanne lo buscaba en cada momento, Jaekhar lo había atesorado desde que ambos eran pequeños y su familia nunca fallaba en pedirle su opinión sobre cualquier cosa que sucediera en Dragonscale. Sabía el efecto que causaba a su alrededor, estaba consciente del poder que tenía, pero nunca fue algo monumental para él.

No hasta que empezó a sentir esa constante compañía a sus espaldas, no cuando empezó a percatarse que, por cada vez que mirara hacia atrás, no se encontraría solo.

Y no en la forma en que Daerys nunca estaba solo, no con su poder, no por lo que él significaba para el reino más poderoso en el mundo, pero, ahora era como si ni siquiera su alma se sintiera abandonada. Todo lo contrario, ahora parecía más segura que nunca.

Daerys estaba acostumbrado a la atención..., pero no estaba acostumbrado a Sander.

No desde hace mucho tiempo. No desde que pensó que lo había perdido para siempre.

Pero ahora siempre estaba ahí. En cada paso, en cada giro, en cada respiración. Por más sigiloso que fuera, Daerys no faltaba en sentir su calidez cerca, su esencia en cada respiración que tomaba. Y eso lo ponía tenso. Trataba de ignorarlo la mayor parte del tiempo, pero la sensación se estaba volviendo más abrumadora.

Así que se apartó un poco, ahí en la gran biblioteca de Gindar que tenía un sinfín de anaqueles rebosantes de libros. Uno y mil colores decorando las infinitas repisas frente a sus ojos. Y por más vueltas que él diera por todo el lugar, los libros no parecían acabarse nunca... Era un lugar de ensueño, sobretodo cuando Jaekhar le mostró los niveles inferiores con emoción, Daerys habría querido quedarse en ese sitio hasta asegurarse haberlo leído todo.

Pero, ¿Cuánto tiempo podría tomarle? ¿Uno, dos años... o diez vidas? No estaba seguro, pero estaba tan maravillado con la biblioteca, que no le importó andar entre los pasillos uno a uno hasta que fue dejando atrás al pequeño grupo; su hermano alcanzaba los tomos más altos que Zeerah le pedía, Sander parecía estar buscando por su cuenta un par de estanterías al fondo y él tan solo comenzó a mezclarse entre cuero y páginas antiguas.

Y tal vez no fue del todo sensato alejarse tanto, teniendo en cuenta su última vez en aquel sitio. Había salido huyendo de ahí. Con una y mil voces atosigándolo, con toda esa oscuridad rodeándolo como si fuera a tragárselo de un solo bocado... pero Daerys siempre fue curioso, nunca se detuvo ante nada ni nadie y esa vez, comenzó a oír canciones.

Eran viejas, algunas que hablaban de dioses y de fe, contaban la historia del mundo y del poder que había nacido con el. Pero, por más que Daerys se esforzaba en seguir las estrofas, todas terminaban por enredarse en su cabeza, hasta que él encontraba el hilo de otra. Y no eran canciones como tal, sino, historias de lo que parecían ser siglos y cada una parecía más recientes que la anterior. Una y mil voces comenzaron a aparecer por cada paso que Daerys daba, y él empezó a perderse de nuevo.

Drakhan NeéWhere stories live. Discover now