❂ capítulo veinticuatro ❂

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J A E K H A R 





Había amanecido por completo cuando Jaekhar regresó al castillo.

Salió del húmedo bosque con un saco al hombro, mientras pesadas nubes de vaho salían por sus labios. El sol comenzaba a llevarse el frío de la noche, pero el príncipe estaba por acostumbrarse al clima de Nivhas. Casi empezaba a gustarle... aunque nunca lo admitiría frente a nadie.

Le gustaban los pinos altos, el constante olor a tierra mojada, a la calma que se respiraba a la mitad del bosque. En casa todo era ruido y estruendos, pasillos interminables llenos de destellos y ventanales que revelaban la ciudad mas grande del mundo. En cada rincón de Dragonscale había un sonido que despertaba su curiosidad; las tabernas y sus músicos que entonaban viejas historias con las mejores melodías y los mercados rebosantes de los artilugios más extraños. Aquí no había nada de eso. Ni toda esa gente, ni el calor, ni las playas doradas, ni mucho menos los rugidos de dragón.

Excepto que ahora sí  había uno que otra señal de que el cielo no estaba solo.

Riskhar volaba en algún lugar, acompañado de Rhaenys. Recién se había despedido de ellos cuando notó que un nuevo día se alzaba en las tierras de las brujas y sabía que tenía que volver. Tenía que evitar que Daerys matara a Sander o que su mejor amigo muriera en nombre de su hermano... Lo cual era más probable.

Jaekhar estaba silbando para el momento en el que se adentro en Gindar, pasando pos sus viejos y deteriorados muros llenos de musgo, dirigiéndose a los establos donde se hallaba la entrada más cercana. La cocina. Cuando se acercó lo suficiente, comenzó a oír las voces y ruidos de lo que serían las brujas que preparaban el desayuno, su estomago rugió ante la idea. Así que dio un paso y antes de que terminara de entrar, ya tenía todos los ojos sobre su persona.

Sonrió abiertamente y pareció destellar.

—Buen día —saludó, radiante. Con esa melodiosa voz y esa eclipsante jovialidad que se envolvía a su alrededor.

—Príncipe —Mel estuvo frente a él en un segundo. Ese día llevaba un vestido rosa pálido y el cabello sujeto en una trenza floja que soltaba pequeños mechones de cabello castaño sobre su frente. Estaba levemente sonrojada por el calor de la cocina—. ¿Desde qué hora ha estado despierto?

—¡Desde siempre! —saltó mientras se acercaba a una de las mesas vacías para quitarse el saco abultado que llevaba sobre su espalda—. Estuve fuera toda la noche y al regresar, me encontré con esto.

Abrió el saco solo para revelar que se trataba de su capa, usándolo como bolso para un montón de manzanas verdes y brillantes que se veían deliciosas. Todas las brujas presentes soltaron un gemido de sorpresa mientras se aproximaban, había suficientes para todas en el castillo.

—¿Dónde ha encontrado esto? —preguntó Mel con una sonrisa encantada, tomando una de las manzanas para examinarla.

—Un viejo árbol al sur, estaba repleto. Me habría gustado traer más.

—¿Al sur? No querrá decir... ¿por la costa?

—Si, la que está llena de acantilados. Me gustaría verlo de día, se ve como un sitio impresionante —Jaekhar se subió a la mesa, tomando una de las manzanas para darle un profundo mordisco.

Drakhan NeéHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin