❂ capítulo siete ❂

5.3K 694 1K
                                    








Nivhas había sido siempre la tierra de las brujas.

Un sitio hermoso, bello y próspero con poder, con orden, rebosante de magia. Pero ya no lo era, no desde hacía unos años, cuando la última bruja poderosa murió y se llevó toda su luz, dejándolas a oscuras. Algunos años después de eso, fue cuando el mundo a su alrededor empezó a cuartearse, a perder su color. Los bosques se empezaron a secar y el sol pareció ocultarse tras las espesas nubes que solían dejar tormentas y diluvios eternos caer sobre la tierra; aún así, los cultivos no crecían, no del todo. Ya ni siquiera recordaban la última vez que vieron un campo florecer.

Las brujas estaban muriendo y no con un corazón cercano a dejar de latir, ellas morían en espíritu, con su magia agotándose cada vez más conforme pasaban los meses. La esperanza se les escurría de las manos junto a las lágrimas de temor, miedo a lo que sucedería cuando ya no hubiera nada, nada de verdad y tuvieran que irse...

Pero ese día había una asamblea. Habían pasado meses desde la última y si la matrona del clan tenía algo que decirles..., tal vez fuera algo bueno. Tal vez Mel tenía razón y habían encontrado la manera de quedarse en casa, de pelear contra el problema que ya las había rodeado por completo. Tal vez el señor había sido misericordioso y les había mandado por fin una pista después de todos esos años en que las dejó olvidadas.

Así que Zeerah y Mel entraron al salón más grande de Gindar, un palacio en ruinas que nadie había reparado con los años porque faltaba el tiempo o los recursos para hacerlo, luego empezó a escasear el personal y ahora solo quedaba esa sala lejos de las grietas o las goteras que podían arruinarles el resto del mobiliario viejo. Se movieron entre las demás brujas, algunas viejas, otras jóvenes. Ninguna era niña, se fijó Zeerah, ya no aceptaban pupilas nuevas, de todas formas, ya no había nada que enseñar.

Mel pedía disculpas mientras casi arrastraba a Zeerah hasta la cabeza de la mesa. Lo hacía porque sabía que a su prima no le gustaba sentarse cerca de la matrona, intentaba alejarse siempre, bajar la cabeza y fingir que era parte del montón a sentarse a su lado como si ella fuera alguien, como si pudiera ser alguien en un momento en que ya nadie era nada. Pero cuando Mel se proponía algo... Zeerah llegó con ella a la cabeza de la mesa, que por suerte, aún estaba vacía. Se soltó de la mano de su prima con un resoplido y luego miró a Mel con esa mueca que prometía destrucción, su prima solo le sacó la lengua.

—Me voy a atrás —exclamó dándose la vuelta mientras el salón seguía llenándose. Las antiguas ya ocupaban su lugar en la mesa, las más jóvenes se quedaban de pie a los alrededores y no importaba si ella se escondía detrás de un grupo en la esquina más alejada, ella oiría lo que tuviera que decirse ese día. Pero Mel la tomó del brazo de nuevo.

—No, Zee, quédate conmigo —pidió la castaña, con sus bonitos ojos azules brillando como diamantes.

—Este no es mi sitio.

—Claro que lo es y ella lo sabe más que cualquiera —sonrió, tan dulce y tranquila. Ella de verdad esperaba que cediera y se quedara. Oh Mel, tan inocente y suave, con ese rostro bello que resaltaba en ese mar triste y oscuro en el que se había convertido su mundo. Zeerah sabía que su prima no pertenecía ahí, pertenecía a los grandes castillos con tronos y jardines rebosantes de flores multicolor. A los vestidos elegantes y a los bailes con música alegre, no a los confines de un lúgubre palacio al que le faltaban ventanas y donde las ratas se escabullían entre los rincones.

Zeerah estaba pensando en que tal vez, Mel sería quien debería salir de Nivhas en busca de una vida así, cuando el murmullo en el salón se detuvo y dejó paso al único sonido de la incesante lluvia por fuera. Ambas se giraron, dando la cara hacia la figura que se aproximó a través de las demás capas oscuras y las cortas reverencias que aún tenían por costumbre hacer cada que la veían. Zeerah apretó los puños a sus costados y apartó la mirada en cuanto la matrona caminó a su lado.

Drakhan NeéWhere stories live. Discover now