❂ capítulo quince ❂

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DAERYS



—¿Quién era Elizabeth? —preguntó el joven príncipe mientras hojeaba un viejo diario con anotaciones en letra cursiva, la luz de una antorcha iluminaba tenuemente sobre sus cabezas, a la mitad de un angosto pasillo en la gran biblioteca.

—A ver, déjame ver —Mel se acercó; bajo aquella luz, su cabello se asemejaba a una cascada de fuego, se aproximó hasta donde el príncipe le acercaba el antiguo libro y achinó los ojos para leer, el reconocimiento pintó su rostro y exclamó, emocionada—. Ella fue una de las más grandes brujas que hubo aquí. Fue matrona, era descendiente de una línea muy poderosa.

Daerys pasó las puntas de los dedos por las páginas atestadas de caligrafía estilizada y elegante, cerró los ojos brevemente antes de que una vaga imagen tomara forma en su cabeza; una hermosa mujer de rizos castaños claros moviéndose ante un grupo de brujas mientras convertía un montón de hojas secas en mariposas. El recuerdo se desvaneció tan rápido como llegó.

Cambió las páginas, una que otra palabra pasó ante sus ojos, uno que otro nombre e historia;  era una recuento de vivencias de aquella bruja. A Daerys le parecía interesante, era del tipo de libros que podría haberse quedado a leer de pie en ese mismo pasillo, si nadie lo hubiera interrumpido.

Pero lo hicieron.

Y no solo a él. La puerta de la gran biblioteca se abrió nuevamente y Mel se giró de vuelta al pasillo, un par de brujas jóvenes habían entrado buscando a la hija de la matrona. Al parecer requerían de ella en la cocina.

—Oh, de acuerdo, estaré ahí pronto, llevaré al príncipe de vuelta a su habitación primero.

Las chicas asintieron, pero Daerys no quería representar un problema, se apresuró a dejar el libro antes de acercarse hasta Mel.

—No es necesario, milady —dijo poniendo sus manos detrás de su espalda, adoptando una pose refinada—. Si le necesitan, no tiene porque preocuparse por mí. Puedo encontrar el camino a mi habitación sin problema.

Mel pareció entrar en dilema. No quería faltar a sus responsabilidades, pero tampoco quería dejar al príncipe solo. Daerys leyó la duda en su rostro y optó por otra alternativa.

—Me gustaría quedarme aquí un poco más, si es que tengo tu permiso. Perdí todos mis libros con el equipaje y extraño tener algo que leer —murmuró, esperando que mencionar eso fuera motivo suficiente para que Mel lo dejara quedarse.

—¡Oh, claro que sí! —exclamó felizmente—. Quédate, toma todos los libros que te apetezca leer, ¿de acuerdo? Te buscaré cuando la cena este servida, y tendré listo el té del que te conté.

—Me parece perfecto.

—¿Seguro que podrás encontrar el camino de vuelta a tu habitación?

—Definitivamente, tengo buen sentido de la orientación —comentó con una terrible seguridad, aunque no era del todo cierto. Daerys solía perderse con facilidad, pero jamás había necesitado de nadie para valerse por sí mismo.

Mel asintió y se despidió con mas palabras bonitas que pronto dejaron de resonar en el interior de la biblioteca para seguir a las jóvenes brujas de vuelta a la cocina. Daerys suspiró y, cuando las puertas se cerraron para dejarlo solo, se encontró dando vueltas por toda la extensión del lugar. Seguía perdido en los murales del techo, con la altura de las estanterías y la cantidad innumerable de libros. Su asombro comenzó a crecer tanto, que pronto olvidó que estaba solo y que este solía ser un sitio abandonado.

Drakhan NeéWhere stories live. Discover now