❂ capítulo catorce ❂

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DAERYS





Regresaron a Gindar al atardecer.

Había dejado de llover, pero los caballos seguían trazando su camino a través del lodo. Los príncipes, en compañía de las brujas, se adentraron en el palacio rodeado de niebla con mas carga a sus espaldas. 

Tras percatarse de que la mayoría del equipaje había sido robado por los mismos aldeanos de los muelles, habían optado por  abastecerse nuevamente con lo más necesario para su estadía en Nívhas, eso implicaba ropa, primordialmente, además de papel y tinta para las cartas que los príncipes contemplaban enviar a Goré para mantenerse comunicados con su familia.

Daerys habría querido seguir explorando el pueblo para gastar un poco más en otros productos, como cremas o jabones especiales, pero se detuvo cuando la idea pasó por su mente, aunque mantuvo una mueca de insatisfacción todo el camino de regreso al castillo de las brujas, sumado al hecho de que le hicieron montar uno de esos... caballos de nuevo, y tuvo que tragarse la oleada de pánico que lo arrebató cuando uno de los corceles bufó frente a él, como si supiera el miedo que sentía el joven omega. Pero era eso, o ir con Lysander.

Prefirió el caballo.

Afortunadamente, habían conseguido regresar sin ningún accidente, como, por ejemplo, que su caballo le arrancara una pierna, por lo que comprendió que tal vez solo estaba exagerando.

Los príncipes caminaban detrás de Mel y su prima cuando advirtieron la presencia de Arwan en la entrada más próxima al castillo; estaba envuelta en una de sus capas negras que ocultaba todo su cuerpo debajo, cruzando elegantemente sobre sus clavículas para ajustarse en lo alto de su hombro derecho. Los miraba con sus ojos fríos como el hielo, atenta a cada una de las expresiones en sus rostros, profirió unas palabras de bienvenida cuando estuvieron lo suficientemente cerca y ellos respondieron al saludo en un murmullo colectivo.

El cielo aún mostraba pesadas nubes sobre sus cabezas, pero extrañamente, cuando la hija de la matrona habló, fue como si un hueco se hiciera entre ellas para dejar pasar un rayo de sol que la iluminó perfectamente. Como si incluso el viento se hubiera detenido para escucharla hablar.

—¡Madre, hemos encontrado cosas increíbles en el mercado! —anunció desmontando con facilidad. No tardó en guiar a la yegua a su sección en el establo antes de correr de vuelta a Arwan—. Incluso hemos traído un presente para ti.

Daerys admiró el rostro de la matrona en busca de su reacción; Arwan alzó una delgada ceja, pero no había nada de curiosidad en sus ojos. Se giró ante su hermano por unos segundos antes de reparar en las alforjas llenas a los costados de los caballos.

—Me alegra saber que ya se encuentran preparados para su estadía —murmuró con una voz fuerte, demasiado alejada del alegre tono de su hija—. Me habría encantado charlar con los hermanos Akgon esta tarde, pero aviso que me requieren en las tierras de Lanzer, que están ubicadas al este, casi en la costa opuesta del continente. Partiré en breve con un grupo de brujas.

Daerys sintió curiosidad inmediata, las preguntas que era Lanzer y que problemas podrían presentar ahí para requerir de la presencia de la matrona, acribillaron con fuerza en su cien. Pero estaba al tanto de lo inapropiado que resultarían sus preguntas en ese momento; una mirada de soslayo a Jaekhar fue lo único que necesitó para trasmitirle ese mismo pensamiento. Los ojos bicolor de su hermano brillaron con entendimiento.

Drakhan NeéWhere stories live. Discover now