Capítulo 40 | Mellizos

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Un sonido sordo y agudo me hace ser consciente de que acabo de despertarme

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Un sonido sordo y agudo me hace ser consciente de que acabo de despertarme. Los ojos me pesan y no puedo abrirlos al instante, por lo que me obligo a respirar hondo y a intentar relajarme.

Por la posición que ha adoptado mi cuerpo, sé que estoy tumbada sobre una cama algo incómoda. Estiro los brazos con determinación y mis manos acarician la suave y fría sábana que me recubre. Poco a poco, mis ojos van recobrando la vida perdida y consigo elevar mis pestañas hasta rozar los párpados.

Al abrirlos, noto como una leve punzada de dolor me invade el cráneo. Instintivamente me llevo una mano a la zona, y puedo comprobar que apenas soy capaz de levantar mis extremidades. Es como si me hubieran robado la fuerza necesaria para desarrollar cualquier movimiento vital.

—Tranquila, solo estás aturdida —me explica una voz dulce y tranquilizadora— te has desmayado hace algunas horas.

Enfoco la visión y contemplo ante mí a una enfermera de avanzada edad. En ese momento, una sucesión de imágenes irrumpen en mi cabeza y lo recuerdo todo.

—¡Asher! ¡¿Dónde está Asher?! —mis ojos comienzan a llenarse de lágrimas y un gélido temblor recorre mi cuerpo—. Por favor, tiene que ayudarme —le suplico—.

La canosa enfermera modifica automáticamente la expresión de su rostro al oír mi pregunta. Su afable sonrisa se transforma en un gesto lastimoso.

Los latidos de mi corazón se disparan y noto como mis manos se llenan de sudor. La vista se me vuelve a nublar y me veo obligada a agarrar la barandilla de la cama para no volver a desplomarme.

—Señorita, debe tratar de calmarse —musita la mujer de voz aterciopelada—, es peligroso en su estado.

—¿En mi estado? —las palabras me salen solas sin que pueda contenerlas.

—Está embarazada de mellizos —me informa con alegría—. Enhorabuena.

En ese momento, siento como si una explosión se hubiese producido en mi cabeza y hubiera arrasado con todo, dejándome completamente pasmada y aturdida. Ni siquiera sé cómo reaccionar.

—No... no puede ser. Debe de ser un error —tartamudeo.

—Los resultados de las pruebas son contundentes. Está en cinta desde hace unos meses —una sonrisa casi contagiosa vuelve a aflorar en su rostro.

Parpadeo tres veces y noto como un nudo grueso se instala en mi garganta. Casi no puedo respirar.

—¡¿Y Asher?! ¡¿Dónde está?! —vocifero respirando con dificultad—. El chico que ingresaron por una sobredosis. ¡¿Qué ha pasado con él?!

La sonrisa de la enfermera vuelve a desaparecer y un llanto desconsolado emana desde lo más profundo de mi alma. No hace falta que me conteste, ya sé la respuesta.

Con A de Asher [COMPLETA]Where stories live. Discover now