Con A de Asher [COMPLETA]

Capítulo 41 | Fin de partida

Tras la despedida de Asher, me paso los meses siguientes encerrada en mi habitación sin recibir a nadie. Cuánto más crece mi barriga, más me recuerda a él. Al único y verdadero amor de mi vida.

Cada segundo de mi absurda existencia me maldigo por haber dejado que Kan me arrastrara con él a su infierno y me hiciera partícipe de su malévola y cruel conspiración contra los Coleman. Pero el día en que Asher murió, me hice una promesa; La promesa de que su ida no sería en vano, y que Kan pagaría por el daño que nos había causado. Y que lo haría multiplicado por tres.

El espejo que tengo frente a mí me muestra una chica totalmente distinta a la que era hace un año. Ya ni siquiera me veo representada en mi propio reflejo. Solo veo la sombra de lo que una vez fui. Una sombra fría y oscura.

Mi pelo castaño ha sido reemplazado por un rubio platino, y las tijeras que sostengo con una de mis manos, van a convertirme en una mujer nueva. Aunque eso no significa mejor.

Los mechones de pelo caen en cascada, con cada corte, sobre el viejo y desgastado lavabo de mármol. Mis ojos se posan en ellos, y tras una breve pausa, contemplándolos, vuelvo al ruedo. Me corto otro buen pedazo de cabello, hasta conseguir que el pelo se rebaje a la altura de mis hombros.

Mis gafas también han desaparecido, sustituyéndose por unas lentillas invisibles. Incluso mi vestuario es distinto; Los colores vivos quedaron atrás, y el negro se ha vuelto mi color favorito.

Me dedico una última mirada en el espejo y mis ojos se tiñen de lágrimas, sin que pueda hacer nada para evitarlo. Pero antes de colapsar y de que el dolor vuelva a apoderarse de mí, respiro hondo y retrocedo hasta mi mesa de escritorio, donde estoy terminando de trazar mi venganza contra la persona que se ha encargado de destrozar mi vida por completo. Será tan perfecta, calculadora y maquiavélica, que ni siquiera Kan será capaz de verla venir.

El tiempo pasa y mi tripa aumenta con él, hasta que llega el día de la bendición, el día en que doy a luz a mis dos preciosos hijos, un niño y una niña. Solo espero que su unión sea tan fuerte y tan pura como lo fue la de Hellen y Asher.

¿Sus nombres? Emily y Charles. Desde el momento en el que me enteré de que bendeciría este mundo con mellizos, supe que se llamarían igual que nuestros escritores favoritos. Emily Brontë y Charles Bukowski; tan diferentes y a la vez tan grandiosos.

El tiempo continúa su ritmo y yo me preparo para dejarlo todo atrás. Las hojas del calendario pasan sin descanso ni tregua, recordándome cuantísimo le echo de menos y lo increíblemente vacía que me siento desde que él se fue.

El esperado día llega antes de lo que imagino. El día en que Kan sabrá la verdad sobre él, una verdad que le enterrará con ella.

Me ajusto el abrigo de seda negro y me coloco mis gafas de sol oscuras sobre la nariz, a la vez que paso las yemas de mis dedos a través del cabello para ponerlo en orden. Antes de marchar, les doy un último beso a mis dos bendiciones, tratando de ser fuerte por ellos.