Capítulo 31 | Brújula

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—No puedo hacerlo

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—No puedo hacerlo.

Las manos de Asher tiemblan a un ritmo frenético mientras le da una calada tras otra al cigarrillo que sujeta entre los dedos.

–Claro que puedes –le digo con voz tranquilizadora, y tras ello, atrapo su mano libre con la mía.

Ambos clavamos nuestra mirada en el frente y aguantamos la respiración al ver el edificio que se cierne ante nuestros ojos. La puerta principal está coronada por un cartel color gris en el que se puede leer: Psiquiátrico de Los Ángeles.

Asher se encuentra totalmente paralizado y creo poder escuchar los latidos descontrolados de su corazón desde mi posición. La persona segura e imponente de siempre ha desaparecido para dejar paso al niño que vive en su interior, a ese niño perdido y asustado. Mi estómago se estremece al ver la expresión de profundo temor que surca su rostro.

–Espera –me detiene apretando mi mano con fuerza cuando intento dar un paso hacia el interior–. Tengo que contarte algo antes de entrar.

Asiento y Asher me dirige hacia un banco solitario que se encuentra cerca de la puerta principal. En cuanto tomamos asiento, poso mi mano en su pierna en señal de apoyo y él me dedica una tierna sonrisa.

–Hay algo que aún no te he contado –explica nervioso mientras se pasa la mano por el pelo alborotado y suelta un suspiro antes de hablar–. Una noche, cuando mi hermana y yo éramos pequeños, mi madre se desmayó debido a la bebida tras estar con un cliente. Hellen y yo siempre solíamos acostarnos temprano para así poder fingir no oír nada de lo que pasaba en la habitación de arriba. Pero esa noche, esa maldita noche, le insistí para que jugáramos a las cartas antes de dormir.

Asher baja la cabeza para evitar derramar una lágrima.

–¿Qué pasó, Asher? –inquiero con preocupación.

–Al empezar a jugar, las risas pronto inundaron la habitación, lo que atrajo al hombre que estaba con mi madre. Ese desgraciado entró a nuestro dormitorio y al ver a Hellen, me echó de allí y... –su voz termina de quebrarse por completo– sucedió. Ese hijo de puta violó a mi hermana y yo lo escuché todo, Jess.

Asher se lleva ambas manos a la cara y se oculta tras ellas, roto por el dolor. Sus sollozos apenas audibles me estremecen el alma y no puedo evitar envolverle entre mis brazos. Él posa su rostro en mi hombro y me abraza tan fuerte que siento que se me van a romper todos los huesos del cuerpo.

–Tú no podías hacer nada, eras un niño pequeño. No tienes la culpa de lo que pasó –susurro a la vez que le acaricio la nuca con la yema de los dedos.

–Juro que lo intenté. Intenté por todos los medios abrir aquella maldita puerta, pero no pude —explica formando dos puños con sus manos—. Estaba tan delgado que por muchos golpes que le propinaba solo conseguía oír los gritos aún más potentes de mi hermana.

Con A de Asher [COMPLETA]On viuen les histories. Descobreix ara