Capítulo 10 | Cocaína

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Aprovechando la excusa de que mi hermana debe estar unos días en casa recuperándose de su recaída, salgo antes del trabajo, evitando así encontrarme con Paul

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Aprovechando la excusa de que mi hermana debe estar unos días en casa recuperándose de su recaída, salgo antes del trabajo, evitando así encontrarme con Paul. Todavía necesito un poco más de tiempo para pensar qué demonios hacer.

El aire cálido característico del verano californiano está empezando a remitir, y con la inminente llegada del otoño, puede sentirse la brisa del viento refrescar el ambiente. Camino hacia mi escarabajo, y cuando me dispongo a abrirlo, descubro que la puerta está atascada.

—Mierda —musito.

Intento con todo mi espíritu abrir la puerta y comienzo a tirar y a tirar. Llega un momento en el que empleo tanta fuerza que consigo llevarme la manija en la mano. ¿En serio, Jessy?

Le doy una patada al coche en señal de protesta y le duele más a mi pie que al coche.

—¡Maldito seas cacharro del demonio! —bramo.

Como ya es bastante tarde y no quiero dejar a mi hermana más tiempo sola, decido caminar hasta mi casa mientras observo las estrellas. El paseo se me hace bastante ameno, e incluso me paro en una cantina mexicana para comprar algo de comida para llevar.

Mis pies apresuran el paso cuando llego a mi vecindario, y al aproximarme a mi casa, me percato de algo; un coche negro de gama alta está aparcado frente a mi puerta. Reconocería aquel coche a un kilómetro de distancia. Es el mismo coche en el que Asher se fue el día que lo conocí.

¿Qué demonios?

Corro hacia aquel vehículo y me encorvo para mirar por la ventanilla. Lo que veo en su interior me provoca una agonizante presión en el pecho y consigue revolverme el estómago.

Asher está inconsciente sobre su asiento, sosteniendo un botellín de cerveza en una de sus manos. Su aspecto impoluto y su aire fresco e imponente se ven desplazados para dejar paso a un Asher pálido, ebrio y completamente derrotado.

Dejo la comida mexicana en el suelo, abro la puerta de un tirón y compruebo que ni siquiera tiene accionado el pestillo. Poso ambas manos en sus hombros y lo zarandeo hasta que consigo que abra mínimamente los ojos. Su rostro castigado por el alcohol esboza un intento de sonrisa cuando me ve, pero en cuestión de segundos vuelve a dormirse. En el breve momento en el que levantó la vista, pude ver unos ojos ausentes y turbios, muy diferentes al brillo vivo y soñador que siempre los envuelve.

Las lágrimas empiezan a recorrerme el rostro, pero me armo de valor y consigo sacarlo del coche a horcajadas. Algo destella en el asiento cuando lo hago, por lo que afino la mirada y veo una sustancia blanquecina parecida al azúcar esparcida por toda la superficie de cuero. Bajo la mirada y descubro dos o tres bolsitas idénticas a la que le quité a Murphy aquella noche.

—No puede ser. ¡No puede ser! —grito con el corazón latiéndome frenéticamente en el pecho.

¿Asher... consume... cocaína?

Con A de Asher [COMPLETA]Where stories live. Discover now