Capítulo 33 | La petite mort

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Después de una pelea interminable con mi hermana y de que el señor Krugger viniera a vernos alertado por los desmedidos gritos que ambas emitíamos, la amenacé con mandarla a vivir a casa de la tía Betty si no retiraba el vídeo de inmediato de inte...

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Después de una pelea interminable con mi hermana y de que el señor Krugger viniera a vernos alertado por los desmedidos gritos que ambas emitíamos, la amenacé con mandarla a vivir a casa de la tía Betty si no retiraba el vídeo de inmediato de internet. Gracias a Dios, aceptó el trato, y ahora está castigada "de por vida" en su habitación.

Es el correctivo más liviano que pude encontrar, y aún así, me siento como la mala del cuento por encerrarla sola en su cuarto. Sin embargo, no me dejó otra opción.

Dos poderosos sentimientos se agolpan ahora en mí; la decepción con Roxy por lo ocurrido, y la emoción por celebrar el cumpleaños de Asher. En efecto, mi adolescente problemático favorito y yo vamos a hacer una pequeña escapada para festejar su mayoría de edad.

Una sensación de júbilo y de profundo bienestar se apoderan de mi cuerpo y mente al pensar que ya nunca más tendré que esconderme de los demás, ni llevar una absurda máscara que acabaría por desprenderse y mostrar que el amor solo entiende de almas.

Vivimos en un mundo corrupto en el que nos obligan a exponer una versión errónea y corregida de nosotros. Nos enseñan a ser correctos, rectos y a tener modales, pero nunca a ser nosotros mismos si eso no agrada a los ojos críticos que nos observan y nos manejan como vulgares marionetas de cuerdas.

Lo que no saben es que un día esa cuerda se romperá de tanto tensarla, y entonces el caos saldrá de las alcantarillas, como las ratas, y lo inundará todo. El verdadero underground. Hay demasiados farsantes y pocas personas de verdad. Nunca deberíamos tener miedo de sentir y mostrar lo que sentimos. El amor es lo único puede salvarnos.

Me desplazo hacia mi armario y escojo un vestido liso azul marino que me llega hasta las rodillas. Lo acompaño de un abrigo oscuro y unas botas del mismo tono. Me recojo el pelo en una coleta alta y uso un pintalabios rojo sangre para colorear mis labios. Un toque de perfume y lista para salir a comerme el mundo.

Justo cuando abro la puerta de mi habitación en dirección a las escaleras, Roxy aparece ante mí. Mis ojos se clavan en los de ella y descubro que están inyectados en sangre de tanto llorar.

—Lo siento, Jessy, he sido una completa imbécil —solloza abalanzándose sobre mí y envolviéndome con sus delgados brazos—. Soy una persona horrible y merezco que me encierren de por vida.

Sus lágrimas consiguen empapar la superficie de mi abrigo, y como si fuera un acto reflejo, mis manos la rodean abrazándola fuerte contra mí. Después de todo, no es más que una cría jugando a ser mayor, y yo no puedo adornarme con medallas después de lo que hice.

—Perdóname, por favor —suplica con voz temblorosa.

Está arrepentida de verdad. No la he visto así desde... desde que murieron nuestros padres, lo que consigue ablandarme el corazón.

—Perdóname tú también a mí —respondo y Roxy detiene su llanto asombrada por mis palabras—. Debería habértelo contado.

Mi hermana toma un poco de distancia y me mira a los ojos. Es una mirada tierna y desesperada; no veo ni un ápice de su habitual rebeldía en ella.

Con A de Asher [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora