Capítulo 2

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Keshia Miller

La vergüenza invade mi cuerpo de solo recordar la escena del otro día. El mismísimo magnate de Jesús se había enfrentado a mi hermano con el fin de defenderme, sin conocerme de nada y sin tener que hacerlo.

El corazón se saltó varios latidos en esos momentos, no era una cosa que pasaba todos los días. Finalmente, y a regañadientes, mi hermano accedió a irse del casino y volver a casa.

—Buenos días.— lo saludé la mañana siguiente al verlo en la cocina.

—Cállate.— espetó pasando una mano por su cara—. Estoy con una resaca cojonuda, así que no me toques los huevos a estas horas de la mañana.

—No tendrías resaca si la noche anterior no fueras al casino a emborracharte y a desperdiciar todo el jodido dinero.— reprocho mientras tomo mi bolso y lo cuelgo de un hombro—. He quedado con unas amigas, es mi día libre en el trabajo.

Salgo de casa antes de que pueda siquiera responderme, no estaba para escuchar lo que me tuviera que reclamar. Trabajaba en el pequeño bar que había a las afueras de la ciudad y el dinero que ganaba allí no daba para llegar a fin de mes, por muy duro que sonara.

Mi hermano se encargaba de que la tarea se volviera todavía más complicada, con sus manías de apostar dinero en los casinos y beber hasta que el cuerpo se lo echara fuera.

—¡Keshia!— exclamó mi amiga nada más verme llegar a la terraza—. Pensé que no vendrías.

—Sabes que no iba a desperdiciar mi día libre, Amparo.— murmuré dejándome caer en la silla que estaba libre.

—¿Ya has conseguido un nuevo trabajo?— preguntó alzando las cejas—. Porque si la respuesta es negativa déjame decirte que tengo buenas noticias para ti.

—Dispara.— murmuré alzando mis cejas.

—He hablado con mi jefe, dijo que podrías ser parte del servicio al menos durante el periodo de vacaciones.

Arrugué mi nariz de solo escucharla.

¿Periodo de vacaciones?
Necesitaba algo fijo y seguro, no algo provisional... Mi vida no estaba para eso, con el dinero no se jugaba.

—No puedo arriesgarme...

—¡No seas tonta! Vas a ganar más en un mes siendo parte del servicio que en seis meses el el jodido bar...

—¿Se puede saber para quién diablos trabajas?— cuestioné alzando una ceja—. Estoy pensando seriamente que se trata de un mafioso y no quiero meterme en asuntos chungos...

—No es un mafioso, es un magnate.— murmuró con una sonrisa burlona en el rostro.

¿Donde carajos consigue esta chica los trabajos?

—Te interesa, ¿verdad?— pregunta alzando sus cejas—. Espérate a ver de qué magnate se trata...

—¿De quien?

—He dicho "espérate a ver".— murmuró rodeando sus ojos—. E iba en sentido literal.

—No voy a aceptar algo sin saber lo que acepto, no es una buena idea.— murmuré negando con la cabeza.

Ella abrió la boca dispuesta a decirme algo pero su teléfono sonó dentro del bolsillo de su pantalón, fue rápida en tomarlo mientras una sonrisa se dibujaba en sus labios.

La escuché decir un par de palabras mientras yo me dedicaba a darle vueltas al café que acababa de servirme el camarero, la cuchara movía la blanca espuma con delicadeza.

—Así es, señor, ella está ahora mismo conmigo.— dijo Amparo, soy rápida en alzar la mirada y fruncir ligeramente el ceño—. Claro, no se preocupe que en menos de media hora estamos en casa... Le aseguro que le encantará, es muy eficiente con su trabajo y además es una chica encantadora.

Pongo los ojos en blanco, puedo serlo si me lo propongo.

Se despide de una forma muy educada Antea de guardar nuevamente el teléfono.

—Anda, bébete el café que nuestro jefe nos espera.

—Querrás decir tu jefe.— la corregí antes de llevar la taza a mis labios para beber un trago, no estaba tan caliente por lo que podría tomármelo sin ningún problema.

—Muy pronto también será el tuyo.— respondió guiñándome un ojo.

A pesar de que quise negarme, veinte minutos más tarde ya estábamos frente al edificio en donde estaba el departamento del magnate y jefe de Amparo. Entrecerré los ojos al dar cuenta de que se me hacía bastante conocido, probablemente lo había visto en los periódicos del bar.

No, en la televisión no porque en casa no teníamos de eso... Y la televisión del bar parecía que solo retransmitía fútbol.

—Adelante.— indicó nada más abrir la puerta.

Solté una bocana de aire mientras daba los primeros pasos, todo se veía perfectamente ordenado. Estaba en una liga muy diferente.

Justo en la pobreza.

—¿Amparo?— preguntó una varonil voz desde una de las habitaciones.

—Si, señor, he traído a Keshia para que la conozca. — dijo Amparo a mis espaldas.

De una de las puertas salió el hombre abotonándose la camisa azul, mi mirada va directamente a su pecho y mi respiración se entrecorta, con lentitud alzo la mirada para centrarme en sus ojos. Mis mejillas se sonrojan cuando me doy cuenta que me estaba mirando.

El magnate de Jesús...

¿Me puedo morir ya o qué...?

Magnate De JesúsWhere stories live. Discover now