Capítulo 20

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Keshia Miller

Me dejo caer en la tumbona, Zabdiel imita mi acción en la que está al lado y toma el bote de la protección solar.

—Anda, date la vuelta que te pongo crema en la espalda.— dijo mirándome.

Sonrío de lado mientras le hago caso, recojo el cabello con las manos y dejo que sus manos deshagan el nudo de los cordones del bikini. Acto seguido pasa sus manos por mi espalda, dándome un perfecto masaje al tiempo que me extiende la crema solar.

—¿Te gusta?— cuestiona a la vez que desciende sus caricias a mis nalgas.

—Uhum... Es muy relajante.— confieso cerrando los ojos.

Si me lo propongo podría quedarme dormida con sus masajes.

Se detiene para echar nuevamente crema y sigue hasta que termina en mis pies. Inevitablemente me río cuando sus dedos hacen cosquillas en la planta de mis pies.

—No me digas que tienes cosquillas...— murmura burlón.

—No, por supuesto que no.— miento.

—¿Segura...?— pregunta antes de pasar sus dedos nuevamente por mis pies.

—¡Basta!— exclamo entre risas—. Detente, detente... Por favor.

No podía darme la vuelta porque no tenía atada la parte superior del bikini, así que solo me quedaba confiar en que me haría caso.

—Pero si yo me estoy divirtiendo...

—Pero yo no.— me quejo removiéndome, él se ríe por lo bajo.

Deja un beso al final de mi espalda y ata la prenda antes de hacerme voltear, nuestros cuerpos casi se rozan y despierta en mi esa parte de deseo que creía haber dejado en la adolescencia.

—¿Vas a besarme o esperar a que lo haga yo?— pregunto fijando la mirada en sus labios.

—Me gusta cuando eres así de directa.— dice sonriente—. Prefiero que seas tú quien lo haga.

Mis manos se aferran a su nuca para que después mis labios atrapen los suyos, tomo su labio inferior entre mis dientes y lo chupo a mi antojo. Un jadeo se escapa de su boca antes de que su lengua choque con la mía e inicie una batalla que es muy obvio que ganará él.

Por acto reflejo mi pelvis se eleva en busca de más contacto de su cuerpo, por un momento se me olvida que estamos en un lugar público y que había varias personas disfrutando del sol.

—Están dormidos.— susurró Zabdiel sobre mi boca.

—No puedes estar seguro de eso...

—Cuando pasé por su lado estaban roncando.— dice mientras acaricia mis mejillas.

Me inclino para besar su boca pero el flash de una cámara hace que me detenga.

—¿No era que estaban dormidos?— me quejo.

Zabdiel mira en esa dirección frunciendo el ceño, toma las gafas de sol y me las extiende.

—Póntelas y sube a la habitación, tendré que hablar con los dueños del hotel para denunciar esto. No pueden invadir mi privacidad de tal forma.

Se le nota molesto, no había visto a este hombre enfadado y no estaba segura de querer verlo.

Tomo una respiración antes de asentir en su dirección y hacer lo que me manda, tampoco quería perjudicar a su imagen pública.

Al llegar a mi habitación del hotel me cambio de ropa por algo más cómodo, miro por la ventana de vez en cuando y suspiro al verlo hablar de forma civilizada con el hombre que había tomado la foto.

¿Acaso esperaba que empezaran a golpearse o algo por estilo?

Zabdiel no era así ni por asomo, él era educado y formal. Sabía como mantener su buena imagen frente a todos los demás.

Alza su vista y por escasos segundos nos mantenemos la mirada. Soy yo quien se aleja, cierro las cortinas y me dejo caer en la cama. Empiezo a leer un libro para entretenerme y no pensar en todo lo que conllevaría lo que acababa de pasar.

Yo no tenía una reputación que mantener pero él sí.

No sé cuánto tiempo pudo haber pasado, solo sé que había leído cuatro capítulos de la apasionada historia de amor de unos jóvenes ingleses, pero alguien tocó en la puerta un par de veces.

—Ya voy... — digo levantándome de la cama y yendo hacia la puerta, no me sorprende ver que tras ella se encontraba Zabdiel.

—¿Puedo pasar?

Asiento mientras me hago a un lado, él pasa y yo cierro la puerta tras mi cuerpo. Se sienta en el borde de la cama y me mira ladeando la cabeza.

—Oye, perdona por lo de hace rato... Yo no quería que nos vieran besándonos ni en una situación como la de antes.— murmuro rascándome la nuca.

—No ha sido tu culpa, bonita.— responde con una sonrisa en los labios—. Son cosas que pasan... Ya no hay forma de volver atrás, las imágenes han salido a la luz pero el chico se ha ganado una denuncia.

—¿Y no estás siendo un poco duro?

—No, se lo merece, él no debería de violar mi privacidad.— refuta frunciendo el ceño—. Pero no importa, que se entere el mundo que te he tenido en mis brazos.

Sé en dificulta la respiración de solo escucharlo, esto verdaderamente estaba pasando. No sé qué había entre nosotros pero me encantaba.

—Ahora ven aquí que quiero comerte la boca.

Y como si fuera una orden, mis pies son rápidos en moverse en su dirección para que sus labios me envuelvan una vez más.

Magnate De JesúsWhere stories live. Discover now