Capítulo 12

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Keshia Miller

Mi corazón late frenéticamente contra mi pecho cuando pasa su dedo índice por mi abdomen, se detiene al llegar a mi ombligo y tras sonreír brevemente decide continuar bajando.

Se me corta la respiración cuando toca la ligera tela de la parte inferior del bikini.

¿Que si lo deseaba? Mucho.

¿Que era lo correcto? Para nada.

—No voy a hacer algo que tú no quieras.— susurró, suficiente para erizarme la piel de inmediato.

¿Es un buen momento para decirle que nunca antes había tenido sexo con nadie?

No iba a emplear el término "virgen" porque sinceramente no creía en el concepto de la virginidad.

Ningún chico había tenido un interés sexual en mi por lo que no me preocupé de eso, con mi primer novio no llegué a tener contacto corporal más allá de acariciar nuestras mejillas o acciones similares. Lo poco que sabía del sexo era por la lectura, había leído varios libros eróticos de esos que te hacen cosquillas en el cuerpo cada vez que los lees.

—Keshia...— pronunció mi nombre despacio—. Por favor, dime algo...

—Hazlo.— tomé la valentía de hablar por primera vez desde que llegamos a la playa.

Sus dedos tomaron la prenda y la deslizaron por mis piernas, dejándome desnuda y totalmente expuesta.

Las inseguridades seguían ahí, nunca me había sentido lo suficientemente cómoda con mi delgado cuerpo, las persona tenían tendencia a burlarse de ello.

"Estás muy delgada."

"¿Segura que no eres anoréxica?"

"Deberías de comer más."

"A ver si engordas algo."

"No te vendrían mal unos kilos de más."

—Eres tan bonita...— dijo con sus ojos fijos en mi cuerpo, como si acaso estuviera contemplándome.

Mis ojos se llenaron de lágrimas por el simple hecho de que me halagara y no soltara cualquier otro comentario... Otra persona en su lugar hubiera dicho una de esas cosas que ya estoy acostumbrada a oír.

—¿He dicho algo malo?— cuestionó alarmado—. Diablos, lo siento muchísimo...

—No, no... No hay nada de malo en tus palabras.

—Entonces no me llores, por favor.— pidió acariciando mis mejillas—. No podré soportarlo... Quiero que te tranquilices y te concentres en mis besos, ¿entendido?

Le hice saber que si con la cabeza , él me regaló una pequeña sonrisa antes de deshacerse de su propia ropa. Tragué saliva mirándolo, y es que el magnate estaba más bueno que el pan.

Cuando sus ojos volvieron a mi tuve que desviar la mirada avergonzada.

—Hey, mírame.— pidió a la vez que acunaba mi rostro con sus manos—. Quiero tus ojitos en mi todo el tiempo.

Sus labios tomaron los míos de una forma dulce y suave, el simple roce era algo exquisito y si le añadías el toque de su lengua era suficiente para volverlo explosivo.

Ahogué un gemido en mi garganta cuando sus labios se deslizaron a mi cuello para empezar a besar la piel de este.

Sus manos tomaron mis brazos, obligándome a quitarlos del lugar donde los tenía y dejar mis pechos al descubierto. Se situó encima de mi cuerpo en cuanto me separó las piernas, su erección chocaba con mi sensible piel al tiempo que mis pezones se erguían al sentir el roce de la piel de su pecho.

Me distrajo tan sutilmente con sus besos y caricias que cuando sentí sus labios alrededor de mis pechos me pareció lo más normal del mundo. Se entretuvo con estos cuanto tiempo quiso, haciéndome desear más con cada segundo que pasaba, cuando se hartó vino a devorar mis labios una vez más.

Y se sentía condenadamente bien.

Sus dedos se deslizaron por mis costillasy pasaron por mi cintura hasta llegar a mis muslos, me hizo elevarme apenas un poco hasta que situó sus manos en mis nalgas.

—Voy a entrar en ti.— avisó mirándome a los ojos.


—No lo digas, hazlo.

No hacía falta repetirle las órdenes, su polla se adentró resbalando por mi humedad lentamente y dándome la oportunidad de experimentar el ser abierta.

No dolía, simplemente me sentía incómoda ante la desconocida sensación.

Permaneció inmóvil un par de segundos, se dedicó a acariciarme y besarme durante ese tiempo. Mis manos fueron directas a su nuca para inclinarlo hacia mí y poder besarle los labios una vez más.

—Voy a moverme, si quieres que me detenga solo tienes que decírmelo.— susurró sobre mis labios.

Asentí ligeramente, sus manos sujetaron con más firmeza su agarre al tiempo que comenzaba a balancear sus caderas. Sin poder evitarlo cerré los ojos, necesitaba que mi cuerpo se adaptara a esto o de lo contrario no me gustaría la acción.

—Keshia, la única condición que puse era que quería tus ojitos en mi... Por favor, no me niegues el poder mirarte a los ojos mientras te hago el amor.

Hacer el amor era un término más íntimo, en cierto modo prefería que dijera que simplemente follaríamos.

Abrí los ojos para darle el gusto, una de sus manos abandonó su posición para situarse entre mis piernas y acariciar mi clítoris. Si a eso le añadimos sus lentas embestidas, hasta el momento, mi cuerpo pasaba de estar caliente a prender fuego por sí solo.

—Por favor, más...— me escuché a mi misma gimiendo por algo que solo él podría darme.

Juraría ver una sonrisa en sus labios antes de hacerme caso y aumentar el movimiento.

Y es que allí, en la arena de una playa de Skopelos, acababa de tener sexo por primera vez... Y no con un tipo cualquiera sino con el magnate de Jesús, el mismo que me hizo tocar las estrellas que había en el cielo esa misma noche.

Entre la arena y el mar, la mejor follada que alguien me podría dar.

Magnate De JesúsTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon