Capítulo 5

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Zabdiel de Jesús

Camino con pasos despreocupados por mi habitación, eran tan solo las ocho de la mañana y no tenía nada mejor que hacer. Hacía tan solo minutos que me había despertado y no tenía hambre como para ir a desayunar.

Las chicas del servicio ya no se encontraban en el departamento, sus vacaciones habían empezado el día de ayer. Me encontraba completamente solo.

Me paso las manos por mi corto cabello antes de caminar hasta la ventana, abro esta para dejar que ventile un poco y apoyo allí las manos mientras miro al exterior. Se veía gran parte de la ciudad desde este punto y todo parecía estar en paz, calma y tranquilidad.

—¡Buenos días, vecino!— escucho el grito de la joven y que vive en el departamento de al lado, vestía con un pijama corto que se ceñía a su cuerpo.

¿Las personas dormían con ropa ceñida?

Sacudí ligeramente la cabeza antes de alzar una mano en su dirección a modo de saludo, sonreí por cortesía antes de caminar fuera de la habitación. Todavía era muy temprano y yo no sabía que hacer.

Alguien tocó la puerta de la entrada y yo miré confuso en esa dirección, no esperaba visita a estas horas... El vuelo sería por la tarde, aunque claro, yo no le había especificado eso.

Corro a abrir la puerta, sin importar que lo único que llevo puesto es el pantalón del pijama y que mi pecho está al aire. Abro con una sonrisa en los labios que pronto se desvanece.

—Amparo, no quiero sonar grosero pero..¿Que haces aquí?— cuestioné tras aclarar mi garganta.

—Discúlpeme, tenía que avisar que venía.— murmuró apenada, sus ojos dieron con mi cuerpo y sus mejillas se volvieron rojas de inmediato, cuando consiguió apartar la vista volvió a mirarme a los ojos.

—Descuida.— hice un gesto con la mano para restarle importancia.

No me molestaba en lo más mínimo, después de años conociéndola ya era parte de la familia. Era una gran chica, además de ser muy eficiente en su trabajo.

—Le dije a Keshia que la hora de partida sería por la tarde, espero que no haya metido la pata.

—Has hecho bien.— respondo dando un ligero asentimiento.

La escucho soltar un suspiro de alivio.

—¿Usted ya tiene todo preparado? Quiero decir, la maleta con todo lo necesario.— aclara sonriente—. No tengo problema en ocuparme de eso.

—Respira, bonita.— digo con una sonrisa burlona en el rostro—. Estás en tus días de vacaciones, no tienes que hacerlo. Además, ya me encargué yo personalmente.

—Oh, bueno... Entonces supongo que me voy, a no ser que usted quiera que haga algo.

No pasa desapercibida la expresión de decepción.

—¿Quieres tomar un café?— pregunto —. Puedo vestirme y vamos juntos a tomar algo.

—O puedo prepararlo yo mientras usted se viste.— propone.

—Amparo, he dicho que estás en tus vacaciones.— me quejo—. Me visto y vamos a tomar un café.

No refuta nada en mi contra así que me tomo la libertad de caminar hasta la habitación con paso tranquilo, una vez allí tomo un pantalón negro y una camisa de color azul, tal vez no era el mejor outfit pero por lo menos iría más cómodo y fresco. No es como si fuera ahora al trabajo o algo por el estilo...

Al salir ella me dedica una gran sonrisa mientras me halaga por mi físico.

Sabía el efecto que causaba en las mujeres pero no iba a presumir de ello, podría pasarle a cualquier hombre.

Bajamos a la cafetería más cercana y tomamos el café en la terraza, Amparo aprovecha para contarme sus planes en estos días de vacaciones y yo me limito a escucharla.

—¿Qué hay de Keshia?— cuestiono sin poder evitarlo, es como si la pregunta se escapase de mis labios.

—¿Qué pasa con ella?

—No lo sé, tú eres su amiga... Tal vez podrías contarme algo de cómo es, no quiero pasar los próximos días con una completa desconocida.— murmuro, en parte mintiendo, uno ya se acostumbraba a la presencia de personas que no conocía en lo más mínimo.

Ya habría tiempo suficiente para conocerla por completo...

—Oh, bueno... Ella es una chica tranquila y muy buena en todo lo que hace, estoy segura de que hará estupendamente el trabajo.— dice encogiéndose de hombros.

Yo quería saber de ella, no de cómo hará el trabajo...

—No me cabe duda, si es amiga tuya es obvio que lo hará.— se me ocurre decir, ella sonríe casi de inmediato por mis palabras.

—Gracias, señor.

Estamos un par de minutos más y finalmente, me despido de ella y vuelvo a mi departamento. Me gustaría darme una ducha antes de irme, ponerme otras prendas de ropa y esperar a la joven Miller.

El agua de la ducha me ayuda a despejarme y a aclarar mis ideas, o al menos las pocas ideas que tenía en la cabeza estos días porque había otra cosa que no quería sacarse de mi cabeza... La pelinegra de ojos brillantes y sonrisa tímida.

Estoy casi seguro de que en realidad es una jovencita desvergonzada.

La pantalla de mi teléfono se ilumina mientras me abotonaba la camisa de manga corta con un estampado liso, el nombre de Richard aparece junto con un mensaje en donde se queja de una de sus nuevas empleadas.

Chasqueo mi lengua antes de tocar en su nombre y presionar el botón de llamar.

—Por lo que veo estás cabreado así que me gustaría mantener tu mente ocupada durante unos instantes.— digo a modo de saludo.

—Seguro que es por algo que te conviene...

Touché...

¿Qué necesitas, de Jesús?— pregunta, y estoy casi seguro de que tiene una sonrisa en sus labios en este jodido momento.

—Quiero información sobre una chica, todo lo que puedas encontrar sobre ella.— murmuro.

Tío... Soy magnate no policía ni algo por el estilo, puedo tener pinta de uno de eses de las series que le pides información sobre alguien y te la dan.

—Richard, pudiste conseguirle información a Christopher sobre Cyara así que estoy seguro de que puedes hacer lo mismo en esta ocasión.

—¿Otra damisela en apuros? Uf, Ricky nos dio mucha guerra... No te puedo confirmar si estoy listo para otro caso.

Quiero quejarme, por supuesto.

Los únicos que lidiamos con Ricky Méndez fuimos Chris y yo.

—Si no quieres ayudar solo dilo, me ahorro saliva.— digo poniendo los ojos en blanco, aunque no pueda verme sé que está notando la molestia en mi voz.

—Solo dime el maldito nombre y ya.

—Keshia Miller.— respondí al instante.

—Haré lo que esté en mi mano, no prometo demasiado.

Mis labios dibujan una sonrisa, sé que podría habérselo preguntado a ella personalmente pero también sé que se negará a soltar aunque solo sea un poquito de información.

Magnate De JesúsWhere stories live. Discover now