Capítulo 8

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Keshia Miller

Siento que mi cuerpo es ligeramente sacudido, y a pesar de que me quejo me obligan a abrir los ojos. La primera imagen que mi vista capta es al magnate de Jesús a escasos centímetros de mi rostro.

–¡Oh, diablos! — exclamo abriendo los ojos sorprendida, él ríe ante mi acción y me ofrece una mano para levantarme—. Lo siento, no debí quedarme dormida...

—Es normal, fue un largo vuelo.— dijo mientras me ayudaba a levantarme—. Ya se han encargado de llevar nuestras cosas al hotel en donde nos hospedaremos, solo quedamos nosotros.

Me limito a asentir, acto seguido nos bajamos del avión y me permito mirar alrededor. El lugar me resultaba conocido, bastante a decir verdad.

—¿Estamos en Kalokairi?— pregunté emocionada.

—En Skopelos.— corrigió sonriendo—. Kalokairi es el nombre que le ponen a la isla en la película.

Suelto un chillido de emoción, mi modo fan de Mamma Mia se activó en menos de nada.

—No puedo creer que estemos aquí.— confieso antes de soltar un suspiro soñador.

—Es un lugar de ensueño, ¿verdad?

—Lo es.— admito sin borrar la sonrisa de mis labios, mis ojos dejan de centrarse en el paisaje para mirar al magnate de Jesús, él ya se encontraba mirándome por lo que se me hace un momento incómodo.

—El hotel nos está esperando.— recuerda mientras señala con su cabeza el coche de color blanco que tenía sus puertas abiertas—. Le dije al chofer que me las podría arreglar sin él, espero que no nos perdamos.

Y yo espero que eso haya sido una broma...

Me indique que entre y me acomode así que lo hago, él no tarda demasiado en subirse al asiento de conductor y tras darme una rápida mirada decide ponerse el cinturón de seguridad y arrancar.  Me es inevitable mirar por la ventanilla durante todo el trayecto, las vistas eran hipnotizantes sin lugar a dudas. La canción de Sour Candy de Lady Gaga sonaba en la radio, mi pie empezó a moverse marcando el ritmo y Zabdiel pareció notarlo porque le subió el volumen.

—¿Podremos ir a la playa algún día?— cuestioné sin poder evitarlo.

—Si quieres podemos ir hoy.— me dice con la mirada fija en la carretera.

No sé ni porque le pregunto tal cosa, no había traído traje de baño ni nada parecido... Ahora iba a quedar mal.

Me relamo los labios cuando mi mente desconecta de mis pensamientos y mis ojos se centran en la imagen del magnate, sus dedos estaban aferrados al volante y su cabeza ligeramente ladeada mientras mordía su labio inferior.

—¿Ves algo que te guste?— pregunta burlón.

Mis mejillas arden de inmediato y me veo en la obligación de apartar la mirada.

—Lo siento.— me disculpo.

Y mientras yo me muero de vergüenza él se ríe.

—Descuida, linda.

Para mi buena suerte, el color rojizo abandona mis mejillas cuando él estaciona el coche en el hotel. Veo sus intenciones de querer abrirme la puerta pero me adelanto.

—Se supone que yo haría eso.— dice haciendo una mueca—. Vamos, señorita Keshia...

Le regalo una breve sonrisa mientras entramos al hotel, mis labios se entreabren con tan solo ver la entrada. Era increíblemente grande y sobre todo contaba con lujos y elegancia.

—Tu habitación está al lado de la mía, me imaginé que sería más cómodo así.— dijo él extendiéndome las llaves.

—Gracias.— dije en apenas un susurro.

La sonrisa no se borró de su rostro mientras me guiaba hasta el ascensor, presionó el último piso y dejó que las puertas de metal se cerraran.

—Iré a darme una ducha pero antes quiero darte algo.— dijo metiendo sus manos en los bolsillos de su pantalón—. Encargué que me trajeran algo para ti así que espero que ya esté en la habitación.

—¿De qué se trata?— cuestioné alzando una ceja.

—No seas ansiosa, ya lo verás al llegar arriba.

Inflo mis mejillas en señal de que ansiosa era mi segundo nombre pero a él no parece importarle demasiado.

Al llegar arriba me indica que lo siga hasta su habitación, justo al lado de la puerta había una bolsa de color azul con un lazo blanco.

—Esto es tuyo.— dijo tomándola del suelo y extendiéndomela.

—¿Mío?— pregunté confusa.

—Mira lo que hay dentro.— dice alzando las cejas.

Hago lo que me dice, dentro había dos libros en físico, según ponía en la portada eran auténticos Best Seller.

—Jodida mierda.— digo cuando mis ojos se aguan—. Gracias... En serio, muchas gracias.

—No agradezcas, Keshia. Es lo mínimo que podía hacer.— se encoge de hombros—. ¿Solo están los libros?

—Uhm... Si.— digo.

¿Qué más quería que hubiera?

Si yo con libros ya era feliz.

—Falta algo, supongo que te lo daré más tarde.— dijo guiñándome un ojo—. Iré a darme una ducha, linda, iré a buscarte en cuanto termine.

Sin poder evitarlo lo abrazo con fuerza, él acepta gustoso el abrazo envolviendo mi cuerpo con sus brazos. Siento como sus labios presionan mi frente dándome un beso allí, suficiente como para derretirme.

Magnate De JesúsWhere stories live. Discover now