Capítulo 3

1.9K 181 44
                                    



Zabdiel de Jesús

Aclaro mi garganta cuando me doy cuenta que la estaba mirando más de lo debido, tal vez su sencillez fuera la cosa que más me atrapara.

—Keshia Miller.— dijo ella estrechando su mano, no dudé en tomarla y llevarla a mis labios para dejar un beso en ella.

—Zabdiel de Jesús.— respondí mirándola a los ojos, noté como sus mejillas se tornaron de un color rojo pálido que me causó ternura.

—Señor, los dejo para que puedan hablar.— dijo Amparo antes de desaparecer por la puerta de la cocina.

No hay comparación con la chica de anoche, se ve inocente por donde la mires. Hay algo en ella que me causa intriga, se nota que tiene mucho que soltar pero que todavía retiene por alguna desconocida razón.

—Ponte cómoda. — indico señalándole el sofá, ella acata mi orden mientras que yo me limito a mirarla—. ¿Por qué quieres el trabajo?

—Esa pregunta es innecesaria.— murmura.

Lo es.

Pero quiero oírlo.

—Necesito dinero para mantener a mi familia... Mi hermano no trabaja, soy yo sola para pagar las facturas y para alimentarnos y vestirnos, lo básico.— dijo encogiéndose de hombros—. Era esto o prostituirme.

Mi cuerpo se tensa por completo de tan solo escucharla decir esas palabras, no me la quiero imaginar vendiendo su cuerpo a un hombre diferente cada noche solo por tener dinero para vivir.

Paso saliva por mi garganta mientras niego con la cabeza, las imágenes mentales no me estaban ayudando demasiado.

—¿Has trabajado alguna vez en el servicio?

—No.— responde con sinceridad—. Únicamente he trabajado en un pequeño bar... Pero aprendo rápido.

Me paso una mano por el cabello mientras asiento ligeramente.

—¿Alguna vez has viajado fuera del país?— pregunto alzando una ceja.

—No, los pobres no podemos permitirnos ese tipo de lujos.— murmura fastidiada.

—¿Y te gustaría hacerlo...?

Tarda un par de segundos antes de volver su mirada a mi, duda en si responder o no pero finalmente lo hace.

—Si, probablemente.

—En dos días sale mi vuelo a Grecia, voy a necesitarte por allí.— digo con una sonrisa ladeada en los labios.

Finalmente había decido hacerle caso a Amparo, Grecia me esperaba, específicamente Skopelos. Desde que había visto Mamma Mia había sentido la necesidad de ir a Kalokairi pero nunca había tenido la oportunidad.

Kalokairi era el nombre que ponían en Mamma Mía a la preciosa isla de Grecia, Skopelos. La isla de Skopelos es el lugar perfecto para unas idílicas vacaciones donde relajarse en sus increíbles playas, recorrer sus pintorescos pueblos, realizar deportes acuáticos y rutas de senderismo.

—¿Estás hablando en serio?— preguntó alzando sus cejas sorprendida.

—No bromearía con algo así.

—No tengo pasaporte.— murmuró apenada.

—No vas a necesitarlo, tenemos avión privado.— dije como si fuera obvio.

Apretó sus puños de forma disimulada, clavando sus uñas en las palmas de sus manos, y asintió muy despacio.

—A la hora de preparar la maleta recuerda llevar ropa cómoda.— avisé metiendo mis manos en los bolsillos.

—Si voy a ser parte del servicio dudo que salga de casa así que...

—Yo no dije eso en ningún momento.— ladee la cabeza—. Van a ser vacaciones, tanto para mi como para ti.

—No es justo.

—Nunca dije que lo fuera.— reí al ver sus expresiones—. Keshia, no te vas a arrepentir.

—No voy a renunciar a mi trabajo por un par de días contigo.

—Ese par de días conmigo van a estar pagados así que no te preocupes.— murmuré rodeando los ojos—. No seas terca.

Ella bufó en desacuerdo y yo sonreí de forma inevitable, si es que me era imposible no hacerlo con las reacciones de esta chica.

—Nos vemos en dos días, señorita Miller.

—No he aceptado.

—Tampoco lo has rechazado.— murmuré divertido.

—¿Es usted así de molesto siempre?

Una carcajada se escapó de mi garganta, no cualquiera se atrevía a hacer este tipo de preguntas así por así.

—No, suelo ser el chico agradable en mi grupo de amigos.— dije alzando mis cejas—. Pero puedo hacer una excepción contigo si eso es lo que quieres.

—Los chicos malos ya han pasado de moda, ahora nos gustan los que son amables, cariñosos y comprensivos.— respondió encogiéndose de hombros.

Eso era algo que cualquier chico podría cumplir cuando alguien le gustaba. Al fin y al cabo...

La amabilidad era gratis.

El cariño costaba más ganárselo.

La comprensión creo que era algo típico del ser humano, entender como se sentía la otra persona.

—No pides demasiado.

—Para pedir un chico alto, guapo y rico ya hay demasiadas chicas, ¿no?— preguntó mirándome con esa mirada.

—¿Insinúas algo?

—Para nada, señor de Jesús.— respondió levantándose del sofá—. No tengo ni idea de lo que haré... Pero bueno, si me ves aquí en dos días es porque acepto tu propuesta.

Sonrió ligeramente mientras la veo caminar hasta la salida, mis ojos no se despegan de sus movimientos hasta que la veo desaparecer.

Un suspiro se escapa de mis labios y, a pesar de que lo intento, la jovencita no se va de mi mente por lo que resta de día.

Necesitaba ayuda con todo lo que estaba viviendo y yo iba a brindarle esa ayuda si me lo permitía.

Magnate De JesúsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora