Capítulo 36

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Me tenía que quedar quieto a pedido de Iris

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Me tenía que quedar quieto a pedido de Iris. Se le ocurrió hacerme un retrato y, aunque no tenía la habilidad suficiente para realizar uno a detalle, le gustaba que se llevara a cabo toda la puesta en escena para el momento. Se tomaba su tiempo, pensaba, corregía, mientras que el retratado, en ese caso yo, no podía moverse. Quería que todo fuera como lo veía en la tele, era un juego que se tomaba muy en serio. Así que estábamos en la mesa, ella de un lado y yo del otro, y tuve suerte de que decidiera que era mejor si estaba sentado porque, además de tardar, podía suceder que quisiera empezar su obra de cero si algo no le gustaba. La mesa ya tenía manchas de sesiones anteriores, como su cuarto y algunas partes de la sala, no era cuidadosa pero se entretenía tanto que no podíamos negarle la libertad de manchar en su proceso artístico. Si su entusiasmo se mantenía en el tiempo, cabía la posibilidad de enviarla a un taller junto a otros niños de su edad, pero aún no estaba decidido.

Aprovechando su concentración, espié de reojo el dibujo.

—No mires —indicó con tono severo.

—¿Puedo tomar agua?

Pensó seriamente.

—Podemos descansar y tomar jugo.

No dejaban de sorprenderme sus actitudes, su intento de actuar como un adulto, copiando palabras y manerismos, siempre dándose mucha importancia. A veces intentaba recordar si a su edad mi hermano o yo hacíamos lo mismo pero no podía, no recordaba nada, solo quedaba mi prima como prueba de que era normal ese comportamiento.

—Este cuadro va a ser un regalo para tu mamá —anunció mientras le servía el jugo.

Ese día almorzaríamos en la casa de mis padres, una actividad que la ponía de buen humor porque la casa, que era enorme para ella, y el patio terminaban a su completa disposición.

—Se va a poner muy feliz —respondí asombrado por su consideración.

—Ella es buena conmigo —justificó sin pensar.

Me senté de nuevo en mi lugar, tenía que reconocer que mis padres terminaron siendo un apoyo importante para mí.

—Antes de ir vamos a comprar una tarta de manzana, es la favorita de mi mamá.

Asintió mostrándose de acuerdo.

Siguió pintando otro rato y cuando anunció que había terminado, me mostró un dibujo más bien críptico con poca semejanza a una persona.

—Te faltó firmarlo —remarqué con seriedad, como si fuera una gravedad, para seguirle el juego.

Eso era un problema que intentó disimular porque le costaba recordar cómo escribir su nombre, así que fue a buscar su cuaderno y lo copió.

—Ahora sí quedó muy bien.

Sonrió orgullosa ante su trabajo terminado.

Ordenamos un poco y propuse ir por la tarta por lo que corrió a quitarse el delantal que usaba para protegerse de las manchas, sabía que obtendría algo para ella en la panadería. Miré la puerta de mi cuarto dudando un poco. Ese día era el cumpleaños de la madre de Santiago y él, inesperadamente y con una calma no propia para la ocasión, decidió que la llamaría. Después del desayuno se encerró en la habitación para hacerlo y luego no salió más. Le envié un mensaje avisándole que saldríamos un momento.

Colores primariosWhere stories live. Discover now