Capítulo 11

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Al quedarnos solos le señalé a Santiago algunas partes de la casa tratando de ver cuánta urgencia tenía por irse, aunque yo tenía mucha no quería sacarlo a las corridas como si su presencia fuera vergonzosa

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Al quedarnos solos le señalé a Santiago algunas partes de la casa tratando de ver cuánta urgencia tenía por irse, aunque yo tenía mucha no quería sacarlo a las corridas como si su presencia fuera vergonzosa. Él estaba entre inquieto y curioso pero no hacía ningún comentario, como si temiera que su voz se escuchara y atrajera algún incómodo familiar. Después de dar vueltas con la fortuna de no cruzarnos a nadie decidí que teníamos que aprovechar para irnos antes de que la suerte cambiara.

Dentro del auto, nuevamente se puso como conductor mientras yo le avisaba a mi madre por mensaje que nos íbamos.

—Tendríamos que haberlos saludado —comentó preocupado.

—No querías volver allí —dije riendo.

—No fue tan malo —se defendió.

—Es verdad. Pudo haber sido mucho más terrible.

Sabía que luego mi madre se encargaría de reclamarme la falta de decoro por llegar con un invitado sin aviso, también reclamaría la falta de formalidad en la presentación a causa de mi desconsideración e incluso el no habernos despedido correctamente, su indignación por esos descuidos, como ella los llamaba, y sus sermones los conocía de memoria. Pero Gabriel y yo aprendimos de nuestro padre a ignorar esos planteos.

Ya eran casi las cuatro y sentí de repente el sueño atacándome. Miré a Santiago que se concentraba más de lo necesario en manejar.

—¿Cómo estás? —pregunté.

Miró de reojo un poco sorprendido.

—Bien —respondió con simpleza mientras sonreía.

No supe adivinar si decía la verdad o no y me sentí mal e inseguro por haber hecho que pase un día terrible. En lugar de quitarle preocupaciones lo hacía pasar momentos complicados. Cuando nos topamos con un semáforo en rojo me acerqué a él y lo besé movido por la culpa, luego me retuvo.

—Otra vez —susurró.

Tardé en reaccionar antes de volver a besarlo.

—Ahora me siento mucho mejor —volvió a susurrar antes de besarme.

***

Por la mañana, apenas salí de mi trabajo decidí ir a ver a Gabriel. Como era muy temprano hice un poco de tiempo desayunando por mi cuenta para evitar la posibilidad de sentarme a desayunar con mis padres. No después de lo ocurrido el día anterior, no quería darles la oportunidad de darme sermones. Aun así llegué muy temprano para mi gusto ya que ambos se encontraban desayunando, como si no pudiera sortear mi destino. No tuve más opción que sentarme en la mesa con ellos aunque no deseaba un segundo desayuno.

—¿Y Gabriel?

—Sigue durmiendo —respondió mi madre—. Me dio pena despertarlo. —Pensó un momento—. Deberíamos avisar a su trabajo.

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