Capítulo 31

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Navidad llegó rápido

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Navidad llegó rápido. Ese día fui a buscar a Santiago a su trabajo ya que me tocó tener el día libre. Guardé distancia mientras lo esperaba para evitar ser visto por algún excompañero, no era un día normal y la gente deambulaba por todos lados, eso incluía al personal del centro de diagnóstico. Pasaríamos la celebración en casa de mis padres, él estaba más acostumbrado a mi familia y sabía que sus indiscreciones eran meros accidentes. A pesar de todos los enfrentamientos y descontentos que tuve con ellos en un principio, se habían comportado más y mejor de lo que esperaba. Recibí un mensaje donde me avisaba que estaba saliendo del trabajo pero no apareció por ningún lado. Esperé más de quince minutos imaginando que podría verse retrasado por algún brindis o saludo inesperado. Luego mis mensajes quedaron sin leer por lo que decidí rodear la manzana y junto a la entrada del edificio lo vi hablando con quién deduje era su hermana mayor. La charla no aparentaba ser agradable, Santiago estaba incómodo mirando cada tanto a su alrededor, cerciorándose que nadie de su trabajo estuviera cerca, y en uno de esos momentos notó el auto. Me quedé observando la escena, la charla lucía difícil de terminar, él no parecía querer discutir, solo buscaba librarse de la situación, evitar lo que sea que estaba ocurriendo. Cuando lo logró se alejó de ella sin mirar atrás, dejándola angustiada. Por su expresión decidí no preguntar nada, su silencio tampoco me daba ánimos, se veía muy frustrado, y, al llegar a casa, fue a darse una ducha que duró mucho más de lo normal. Podía darme una idea del motivo de tal emboscada, agravada por la intención de hacerla en vísperas de Navidad, intentando ablandarlo con la excusa de la fecha. Después de la ducha me buscó en la cocina, allí le serví algo para beber y unas nueces que yo comía. Me sentía mal por lo que había ocurrido, porque no podía hacer nada ni decir mucho, pero él se veía tranquilo.

—¿Estás mejor?

—Estoy mejor.

—Si quieres nos podemos quedar en casa —ofrecí sin dudar.

Negó con la cabeza y sonrió.

—No te preocupes.

Cualquier persona haría algún tipo de descargo después de pasar un momento desagradable pero él lo contenía. Rodeé la mesa y me agaché un poco para abrazarlo.

—¿Almorzaste?

—No.

—Almorcemos afuera entonces —propuse en un intento de consentirlo.

Asintió, luego me retuvo un momento en silencio, su equivalente a gritar.

El ambiente ese día, previo a Navidad, era acelerado y festivo en todas partes. Mucha gente, muchas risas y música navideña insistente. Almorzamos al aire libre en un restaurante cerca del río. El exterior mantenía mayor espacio entre las mesas y le quitaba la apariencia de estar lleno. A Santiago le sentó muy bien el cambio y pudo desconectarse de lo ocurrido. Me tentaba preguntarle pero pude controlarme, ese no era el día para hablar ni pensar en cosas tristes, si podía evitarse. Por algún motivo, fechas como esas tendían a potenciar las emociones sin diferenciar entre buenas o malas.

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