Capítulo 17

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Cuando volví a casa todo estaba en silencio

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Cuando volví a casa todo estaba en silencio. Santiago se ocupaba de llevar a Iris con su madre como todo sábado y aproveché ese momento de soledad para regresar. Temía encontrarme con estragos en el departamento, mi imaginación insistía con esa idea aunque no había mucho que pudiera destruir una niña supervisada. Pero así la imaginaba, tomando represalias contra los objetos que representaban mi existencia. Mi plan era llegar, ver el estado de la vivienda y contar con tiempo suficiente para disimular mi expresión ante Santiago. Al ingresar no vi nada fuera de lugar, observé todo con cuidado, buscando el desahogo de la niña. Me paré en la puerta de su cuarto donde solo había un desorden a causa del uso, nada había sido violentado. El resto estaba en perfectas condiciones, ordenado y limpio. No sabía si desconfiar o creer por lo que me senté en la mesa a meditar con un café sobre lo que no había pasado.

Santiago llegó y, sin darme tiempo a levantarme de la silla, me abrazó por la espalda apoyando su mentón en mi cabeza.

—¿Puedo acompañarte con el café?

Estaba de buen humor. Besó mi mejilla y murmuró en mi oído que me había extrañado antes de soltarme para servirse café. Respiré más tranquilo al ver que nada en él presagiaba desastre.

—¿Cómo estuvo todo con tu hermano? —preguntó haciendo conversación mientras se sentaba frente a mí.

—Con él no me puedo aburrir —respondí intentando sonar gracioso.

—Me da un poco de envidia —comentó probando el café— lo unidos que son.

Recordé que mi madre mencionó algo parecido, como si fuera una cosa extraordinaria que nos lleváramos bien.

—Igual me dan ganas de matarlo cada tanto —confesé con la imagen de Fátima fresca en mi cabeza—. No es tan maravilloso a veces.

Asintió en comprensión pero sonriendo porque consideraba a mi hermano algo excéntrico en lo que para mí era una normalidad.

Pero hablar de Gabriel no era lo que quería en ese momento, era una demora de lo que necesitaba saber, así que dejé de lado esa conversación disimulando mi intriga por la conservación de la casa.

—¿Cómo estuvo todo aquí?

Esperaba esa pregunta.

—Iris quedó muy confundida con el cambio, no entendió muy bien la parte de que no vivo más con sus abuelos —contó con calma—. Preguntó por ellos muchas veces pero estuvo muy tranquila.

Volví a servirme café para tener en que concentrar la mirada y poder hacer una pregunta que sentía tonta pero importante a la vez.

—¿Hablaron de mí?

—Sí.

Seguí sin mirarlo para restarle significado a la pregunta.

—Le expliqué que viviríamos juntos y el motivo... me preguntó si sus abuelos no se enojarían. De momento, es lo único en lo que piensa. —Hizo una pausa—. Lo que no entiende es que estos cambios son permanentes.

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