Capítulo 5

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Se sorprendió y pude ver que algo pasó por su mente antes de hablar

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Se sorprendió y pude ver que algo pasó por su mente antes de hablar.

—¿Estás seguro?

Su pregunta me hizo reír, aunque mi risa fue una liberación de ansiedad.

—Estoy muy seguro.

Y me sentía seguro, a pesar de haber soltado semejante propuesta en cuanto pasó por mi cabeza. Quería estar con él cada día de mi vida y no tenía ninguna duda sobre eso.

—¿Entonces? —insistí animado.

Me sonrió con una mirada llena de felicidad antes de besarme. Asumí que ese era su sí.

Luego estuvimos hablando tonterías sobre cómo sería vivir juntos, riéndonos mucho, evadiendo el problema detrás de eso. Las reacciones en la familia de Santiago serían muy malas y lo mismo pasaría con la madre de Iris. Después estuvimos más tranquilos y callados. Yo debía dormir para poder trabajar por la noche pero me era difícil con tantas emociones, observando a Santiago, acostado a mi lado, perdido en sus pensamientos. De seguro pensando en todo lo que no mencionamos.

***

Un poco lejos del evento especial que debería ser la mudanza, se convirtió en algo serio. Antes que nada Santiago debía hablar con su abogado para saber cómo podría repercutir esa decisión sobre el régimen de visitas con su hija. Ese día lo acompañé. Fue la primera vez que vi a su abogado ya que nunca participaba en ese tipo de cosas. Santiago hacía lo posible para mantenerme al margen, ni siquiera me contaba sobre las cosas que hablaba en esas reuniones. Ese día lo tomé desprevenido. Le dije que quería estar presente, prometiendo no meterme, estar con él en algo que sería para los dos. En realidad la curiosidad me mataba así como el deseo de llevarlo a compartirme sus preocupaciones. Desde el día de la lluvia perdí un poco de ese miedo que no me dejaba hacer preguntas o planteos. Teniendo más claro lo que Santiago sentía, temía menos al rechazo que mis acciones pudieran generar. Aun así pensé que diría que no o buscaría la manera de evadir la situación, pero no hizo nada de eso. Aunque dudó un poco antes de acceder, fue muy grato para mí escucharlo decir que sí.

Camino a la oficina del abogado comencé a ponerme nervioso al tomar conciencia del límite que estaba por cruzar. Tendría una mayor visión de las cosas que preocupaban a Santiago y no sabía realmente con qué me iba a encontrar.

Llegamos a una oficina donde tuvimos que esperar por lo que la secretaria nos sirvió café. Afuera, una fuerte lluvia comenzó a caer. Desde el sillón que ocupábamos, Santiago miraba hacia la ventana contemplando la tormenta mientras que yo observaba toda la sala de espera un poco ansioso.

—¿Lo conoces desde hace mucho tiempo? —pregunté en voz baja haciendo que volteara—. ¿Al abogado?

La idea de que el vínculo de Santiago con su hija quedara en manos de un desconocido era, como menos, intimidante. Me inquietaba pensar que si estuviera en su lugar, dependiendo del trabajo y esfuerzo de otra persona para ser feliz, la sensación de impotencia me haría llorar.

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