Capítulo 8

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Me desperté en medio de la noche, con cansancio y pesadez

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Me desperté en medio de la noche, con cansancio y pesadez. Dormir de noche comenzaba a sentirse menos reparador cada vez. Después de un par de vueltas en la cama descubrí que Santiago no estaba, así que extrañado me levanté sin saber ni siquiera qué hora era para encontrarlo sentado en la sala. Primero pensé que estaba dormido pero no era así, me imaginé que pensaba en lo mismo que había quedado rondando en mi mente: ese momento donde su expresión cambió completamente al escuchar a su hija contarle lo que su abuela le decía. Y su expresión no era por la indicación de esa abuela en particular, era porque el comentario de esa abuela en particular representaba muchas más indicaciones de muchas más personas que rodeaban a la niña. Cuando lo escuchó no hubo sorpresa en su rostro, ya había oído cosas como esas, hubo dolor ante una decepción a la cual no se podía habituar. Él mismo lo dijo antes, su familia hablaba mal de él frente a ella. Caminé hacia el sillón y me senté a su lado.

—¿No puedes dormir? —pregunté en voz baja.

—No.

Me recosté sobre él bostezando, su brazo rápidamente me rodeó.

—Todo va a salir bien.

Aunque yo mismo no creía mucho en esa afirmación, tenía que decirlo.

***

El lunes, sentado solo en mi trabajo, pensaba sin parar en toda la situación. Sentía que debía hacer algo. Deduje que mucho no estaba a mi alcance y que no podía entrometerme en el drama familiar de Santiago, lo que me dejaba muy limitado. Su imagen sentado en el medio de la noche sin poder dormir no me dejaba en paz. Entonces, de repente, supe qué podía hacer.

Decidí que debía cambiar de trabajo porque, aunque la posibilidad de vivir juntos era un tema que evitábamos tocar, podríamos, aún así, pasar más tiempo juntos y más noches también en las que él no tendría que estar sentado solo con su conciencia. Así que esa noche estuve más despierto que nunca en mi trabajo, repasando mi decisión y el cambio que traería en mi vida. Fue en ese punto donde la lógica se hizo presente para recordarme que tomé ese empleo para huir del mundo, pero que hace mucho tiempo la razón que me llevó a hacerlo había desaparecido.

Aunque un miedo se había reemplazado por otro: el miedo a la realidad de Santiago. Su hija me aterraba porque detrás de ella existían dos familias luchando silenciosamente contra la decisión de Santiago. Si ellos ganaban, si ellos eran más fuertes que él, él siempre elegiría a su hija. Y eso me aterraba; que su realidad lo venciera.

Con el tiempo, ese miedo fue disminuyendo. Ver que de alguna manera resistía contra ese mundo que no lo dejaba ser, más comenzaba a creer que no se arrepentiría de su decisión. Santiago no quería involucrarme en sus problemas, quería arreglárselas solo, pero yo podía acompañarlo en sus desvelos para decirle que todo saldría bien.

Se volvió claro para mí que ya no tenía ningún sentido seguir escondiéndome en ese trabajo.

***

Colores primariosWhere stories live. Discover now