Capítulo 34

812 126 18
                                    

Cuando entré a la habitación Santiago fingió acomodarse la ropa para ocultar la preocupación que le causaba su cicatriz

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Cuando entré a la habitación Santiago fingió acomodarse la ropa para ocultar la preocupación que le causaba su cicatriz. Junto a la cama se encontraban las valijas preparadas para nuestros días en la playa, solo nos quedaba pasar a buscar a Iris y luego tendríamos seis horas en ruta.

—No pienses en esa cicatriz —dije con simpatía, mirándolo desde la puerta.

—No estoy pensando en eso —mintió con una sonrisa.

Una cosa como esa parecía superficial cuando lo padecía otra persona pero, si lo pensaba, yo también me sentiría incómodo si tuviera una, así que no podía decir que era una tontería. Se puso a juntar parte de lo que teníamos que llevar al auto y, antes de hacer lo mismo con las cosas que faltaban, me acerqué a él tomándolo desprevenido.

—Te aviso que esa cicatriz no te hace menos atractivo.

—No me distraigas —advirtió riendo.

Miré a nuestro alrededor para confirmar que nada faltara antes de irnos. Yo conduciría la primera mitad y él la segunda, Gabriel iría por su cuenta junto con Fátima. Fuimos a buscar a Iris y sus cosas, sería la primera vez desde la separación que estaría tanto tiempo con su padre, la parte que más entusiasmaba a ambos. La despedida con su madre fue dura, también era la primera vez que ellas se separaban por tanto tiempo. Pero dura porque Iris no tenía tiempo para complicaciones, estaba apurada y ansiosa, así que le dijo a su madre que si la extrañaba, simplemente la llamara por teléfono.

—Cuando estemos allá va a extrañarte, ahora no se da cuenta —Santiago intentaba consolar a Julieta.

Pero no se dejó engañar y le dedicó una mirada llena de incredulidad en respuesta, conocía muy bien las prioridades de su hija. Al partir, Iris saludó por la ventanilla a su madre, demasiado contenta y sin piedad alguna por la separación.

El viaje fue extenso para la pequeña, durmió gran parte del mismo y se quejó en el resto por lo lejos que era. Nos detuvimos un par de veces para tomar algo, también almorzar, y para que el trayecto fuera menos pesado. Era muy difícil entretenerla en el auto, así que cuando se dormía Santiago hacía señas para que evitáramos todo ruido posible y no nos volviera locos la ansiedad de su hija. Cuando salimos de la ruta y anunciamos la llegada se calmó, se dedicó a mirar hacia todos lados buscando la playa aunque no podía verla desde allí. Una vez que nos detuvimos en nuestro destino se olvidó de su prisa por conocer el mar ante la curiosidad que despertó en ella la casa; un alivio para nosotros.

La casa era bastante grande y ese verano habría quedado sin uso si no fuera por nuestro oportunismo, mis tíos, aprovechando que sus hijos eran más controlables, viajarían al exterior. Gabriel estaba adentro, abriendo puertas y ventanas, Fátima acomodaba sus cosas en el cuarto que ocuparían.

—Que desperdicio de casa —criticó mi hermano al vernos, ese fue su saludo.

Su novia fue más cálida y nos saludó acercándose primero a Iris.

Colores primariosWhere stories live. Discover now