XV

1.5K 76 240
                                    

Poco a poco, su llanto frenó y se volvió sollozos. El joven recostó a Rapunzel en el suelo y tomó sus manos, colocándolas sobre su pecho y entrelazando los dedos. La mujer se había ido con una suave sonrisa de paz en el rostro. Y al ver cómo Varian la recostaba, parecía que estaba descansando.

El joven se limpió los ojos con su antebrazo.

Varian levantó la vista, sus ojos estaban llenos de determinación.

Cassandra limpió sus lágrimas y le miró con sorpresa. ¿Qué con esa mirada?

El joven alquimista se arrodilló y se forzó a levantarse, Cassandra lo miró y se acercó a ayudarlo. Varian miró su mano un par de segundos y al final la aceptó para levantarse.

Entonces, tambaleándose, llegó al lado del cuerpo de Luzbel. Realmente deseaba causarle más dolor de que él le había hecho a Rapunzel y a la pequeña Ariadna. Respiró profundamente y se giró hacia los restos del frasco. Allí estaba, esa última gota. Su última esperanza.

No podía bajar lentamente así que se dejó caer, Cassandra seguía cerca de él. Varian sacó un tubo de ensayo y con cuidado dejó correr el ínfimo líquido. Lo tapó, debía cuidar ese frasco con su vida. Ruddiger se trepó a sus hombros, Varian lo miró y se levantó.

- ¿Ahora qué piensas hacer? – Preguntó la mujer mirando a los ojos azules.

-Necesito un laboratorio – Dijo con ojos brillantes.

-El de Luzbel debe estar cerca – Dijo mirando a un pasillo.

El pequeño Ruddiger bajó de Varian y corrió por el pasillo, perdiéndose en la penumbra. Sin embargo, minutos después escucharon sus chillidos. Había encontrado algo. El alquimista sonrió y se dispuso a seguir el llamado de su amigo y Cassandra lo siguió con paso decidido.

Quirin pensó en ir tras ellos, pero algo lo llamaba a quedarse al lado de aquella gema roja que aprisionaba a una pequeña niña. El mayor suspiró y la miró con tristeza.

Aquella soldado iba al lado del alquimista, él parecía estar débil y cansado, pero seguía caminando, en silencio igual que ella. Cassandra suspiró, curiosamente al mismo tiempo que él tropezó y terminó de rodillas en el suelo. Varian chasqueó sus dientes, molesto con sí mismo.

-¿Necesitas ayuda para caminar? – Preguntó tomando el brazo de él y llevándolo sobre los hombros de ella para servirle de apoyo. Él no respondió nada, pero tampoco negó su ayuda mientras volvían a caminar.

El joven alquimista batía los libros y frascos sobre un escritorio buscando algo, finalmente habían llegado al laboratorio de Luzbel. Era enorme y aterrador además de un poco descuidado.

Cassandra ayudaba a Varian a buscar entre los textos del fallecido rey, necesitaban la fórmula de aquel líquido.

-Está bien – Finalmente su voz se escuchó en el silencio del laboratorio. – Tengo otro método – Dijo y tomó varios frascos, esa gota era suficiente para descifrar la fórmula.

Cassandra lo miraba en silencio, era un poco incómodo después de todo lo que había pasado, al menos para ella, pues él estaba completamente concentrado en lo que hacía.

La mujer decidió seguir viendo alrededor. Era aterrador lo que encontraban allí, muchas muestras de experimentación en criaturas vivas. Ella sintió un escalofrío y talló sus brazos.

-Luzbel sí que era aterrador, ¿No? – Dijo tratando de aligerar un poco el ambiente. No tuvo respuesta.

Varian tomaba uno y otro y otro frasco y los vertía en uno mismo. Las reacciones le decían qué elementos tenía y cómo podría replicarlo, cómo hacer más, suficiente para liberar a Ariadna.

Golden PrisonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora