XI (Primera Parte)

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Tiempo después, Cassandra despertó a la pequeña con un beso en la frente. No sabía cuánto tiempo había pasado, pero Varian ya había despertado segundos antes. Seguía sentado y en silencio al lado de la dama.
Hola, dormilona - Le dijo Cass a la pequeña.
Mmm, H-hola... - Bostezó y miró al joven. - ¿Te sientes mejor?

Varian la miró dos segundos sin contestar nada. A pesar de haber dormido, su rostro se mostraba cansado, decaído. Bajó la vista y notó la mano de la pequeña aún entrelazada con la suya, él la soltó y apartó su mano suavemente. "No la mereces". Esa frase no dejaba de resonar en su mente. Miró al suelo, su largo fleco ocultó su rostro.
No mucho- Respondió él. La niña lo contempló realmente apenada. ¿Cómo se curaba un corazón tan roto?
Bien - Dijo la soldado apartando a la pequeña y poniéndose de pie. -Hora de continuar.

La mujer le dio la mano a la pequeña para que se levantara y ella la aceptó. Le ofreció la mano también a Varian, pero él no la tomó. La miró unos segundos y suspiró para luego levantarse por su cuenta.
¿Ahora ni siquiera aceptarás eso? -Preguntó un poco dolida.
Tal vez sería mejor si me empiezan a odiar ahora - Dijo. El pequeño mapache en hombros del joven chillaba tratando de animarlo. La niña bajó la cabeza. Cassandra suspiró y tomó la mano de la pequeña.

Sigamos...

Las dos se encaminaron a la puerta y Varian las siguió en silencio desde atrás, respirando profundamente para mantenerse calmado. Los pasos de los tres retumbaban en las paredes del pasillo, era lo único que se escuchaba. La pequeña no paraba de voltear para verle. Estaba preocupada. Pronto llegaron al quicio de la puerta y todos se detuvieron un segundo admirando la entrada.
Era enorme y de madera tallada. Tenía muchos decorados en rizomas y relieves. Cassandra pasó su mano suavemente sobre los detalles, pensando que era bellísima, una lástima que perteneciera a un monstruo como lo que imaginaba que encontrarían dentro. Al lado de ella, Varian tragó saliva imaginando una y otra vez lo que iba a ocurrir. Todo había ido como una bola de nieve creciendo desde que llegó al castillo, y ahora sentía que estaba por ser arrollado por esta misma.
Vamos, Varian - Dijo Cassandra tratando de amenizar el momento. -Si estamos todos juntos, podremos sobrevivir.
Para ser honesto, preferiría morir justo ahora -. Las dos chicas se quedaron en silencio ante su comentario, en sus rostros se notaba una mezcla entre confusión y preocupación por sus palabras. Él exhaló con una risita. - Sólo bromeo - Se encogió de hombros sonriendo de forma nerviosa. -Pero... Antes de que entren, quiero decirles que... - Escondió su rostro con vergüenza. - Lo siento. En verdad lo siento...

Las puertas se abrieron sin esfuerzo alguno, y los valientes ingresaron en una absurdamente espaciosa estancia que parecía sacada de un cuento de hadas, un gran vivero lleno de color y magia. Había fuentes de agua cristalina rodeando el lugar y miles de rosales de diferentes colores estaban repartidos en un armonioso orden en sus propios arbustos. Parecía hecho con perfección divina. Entonces, en lo que parecía ser la mitad de la estancia, frente a una enorme mesa, acomodada para el té, estaba un pequeño niño de cabellos dorados, brillantes ojos verdes y tiernas pecas adornando su rostro, quien los saludaba animadamente.
- ¡Hey, Ariadna! - Soltó el niño sonriendo.
- ¿Quién es ese niño? - Preguntó Cassandra confundida. - ¿Por qué está solo aquí abajo?
- No, Cassie, seguramente él es...
- Helios - Terminó la pequeña princesa.

Entonces los adultos lo notaron, ese niño era idéntico a Ariadna, solo que completamente rubio. Sus mejillas sonrosadas y llenas de pecas le hacían ver lleno de vida, incluso más que Ariadna. Los ojos de la pequeña se habían ensombrecido al ver aquella aparición.
-Esa Nausicaa... - Dijo sonriendo de lado. -Es buena para los golpes bajos.
- ¡Ven, Hermana! - Exclamó el niño, invitándolos a acercarse.

Los tres se acercaron a la mesa frente al niño, donde pudieron ver vajilla elegante y pulcra. Había muchos bocadillos y varias teteras, casi como si el niño los esperara para tomar el té en ese mundo de ilusión. El niño invitó a los tres a sentarse, ellos estaban muy a la defensiva para siquiera pensar que sería correcto, mas Ariadna quería jugar el juego de Nausicaa. Los adultos se quedaron de pie, mientras la niña tomó asiento. Ella acercó una taza como si fuese a seguir con la farsa.
El niño brindó al aire y tomó un tragó. La princesita, en cambio miró la taza y apretó una de sus navajas bajo la mesa. Helios la miró con una enorme y brillante sonrisa, los adultos se sintieron nostálgicos, lucía idéntico a Rapunzel.

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