39. No es lo que parece

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La confianza entre Dereck y yo crecía conforme lo hacían los días de nuestra relación

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La confianza entre Dereck y yo crecía conforme lo hacían los días de nuestra relación. Durante unas casi dos semanas, habíamos sido prácticamente inseparables. Eso sí, todo a escondidas de los demás. A veces suponía un verdadero reto que no nos pillaran besándonos en algún rincón del apartamento o tener que aguantarnos cada vez que queríamos abrazarnos en el sofá con tal de que Thomas no nos viera. Esa era la parte frustrante de nuestra relación, pero por lo demás, todo iba viento en popa.

Tras darme una sesión de relax de lo más satisfactoria con un burbujeante baño caliente y un poco de karaoke junto a la música de mi móvil, decidí que ya era hora de salir al percatarme de que había estado alrededor de unos cuarenta minutos en el agua. Tanto tiempo, que me sentía algo arrugada, como un garbancito.

Quité el tapón y el agua comenzó a irse por el desagüe. Pero cuando me dispuse a salir, toda esa relajación se entorpeció y pasé al crispamiento cuando me di cuenta de que mi toalla no estaba. Tenía tantas cosas amontonadas en mi cabeza que se me había olvidado traérmela y no había nada en ese baño con lo que pudiera secarme; solo la pequeña toalla de manos que no pensaba utilizar.

—¡Thomas...! —exclamé, lo más alto posible para que me oyera. Pero tras varios segundos no contestó y el ambiente fuera del agua caliente era cada vez más helador—. ¿Thomas? ¡Es urgente! Si me oyes, ¡hazme caso!

No hubo ni una sola respuesta, solo obtuve un tedioso silencio que me frustró más. Hasta que repentinamente se vio interrumpido por un aclaramiento de garganta y esa suave voz al otro lado de la puerta del cuarto de baño:

—¿Nat...? —cuestionó Dereck—. ¿Qué pasa, nena?

—¿Está Tom por ahí?

—No, me parece que ha salido. ¿Por qué? ¿Todo bien ahí dentro?

—Pues... si te soy sincera no, no muy bien —mascullé, dejando escapar una pequeña risa nerviosa.

Ya casi se había ido prácticamente todo el agua de la bañera. Lo único que quedaba de ella me llegaba a la altura del tobillo, por lo que me encontraba completamente desnuda y con un punzante frío arrasándome todo el cuerpo. Me encogí en mí misma, de pie, abrazándome con tal de contener un poco mi calor corporal. Tenía la piel de gallina.

—Es que... se me ha olvidado la toalla... —Debía admitir que me daba algo de pudor pedirle justamente a Dereck que me diera una toalla. Estaba segura de que se iba a reír y burlar de mi torpeza para después utilizar esta situación para ponerme nerviosa de alguna manera—. Y no tengo con qué secarme, ¿podrías... pasarme tú una?

—Ah, ¿es eso...? —Tal y como esperaba, oí cómo Dereck carcajeó levemente y entonces se aclaró la garganta para decir—: Por supuesto que puedo pasarte una. Pero si lo que querías era que me metiera ahí dentro contigo... solo tenías que pedirlo, Nat.

Podía imaginar a la perfección que acababa de esbozar esa sonrisita de suficiencia y picardía suya.

—Sigue soñando un poco más, Dereck —le piqué.

Desde que Llegaste. © #1 [COMPLETA]Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt