15. Completo Desastre

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Era como si necesitara que me tiraran un cubo de agua fría encima, el calor atroz que desprendía mi cuerpo me impedía continuar con mi descanso

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Era como si necesitara que me tiraran un cubo de agua fría encima, el calor atroz que desprendía mi cuerpo me impedía continuar con mi descanso. Me aparté como pude las sábanas de encima y me tapé el rostro con la almohada con el intento de que los rayos de sol que entraban a la habitación no me desvelaran.

Pero tras unos minutos en esta posición, ya era demasiado tarde. Me sentía sedienta y el punzante dolor que se extendió de pronto por mi cabeza hizo que todo el sueño se me quitara de golpe. Abrí los ojos aturdida, llevándome una mano al rostro para frotarlo y me incorporé sobre la cama. Al momento reparé en que aquellas no eran mis sábanas sino que eran mucho más suaves. No me encontraba, además, sobre mi habitual duro colchón ni aquella era precisamente mi sencilla habitación del apartamento.

Vale, ¿dónde mierda estaba?

Recorrí la estancia con la mirada, intentando despejarme de la pesadez que sentía y recomponer un poco mis pensamientos. Era un lugar que no había visto en mi vida y no tenía ni la más remota idea de cómo había llegado ahí. Cuando mis ojos aterrizaron sobre mi cuerpo me quedé pasmada, solamente llevaba una camiseta gris de manga corta que me llegaba por encima de la rodilla a modo de camisón y que, obviamente, tampoco era mía. Ni siquiera llevaba el sujetador puesto cuando miré a través del cuello de la camiseta, pero di gracias a que mis bragas seguían en su sitio.

Pero antes de que comenzara a pensar en indecorosas suposiciones y a ponerme de lo más nerviosa por mi vestimenta y encontrarme en una cama ajena, miles de imágenes sobre la barbacoa de anoche me vinieron a la mente en forma de respuestas. La primera y más impactante de todas me hizo revivir por unos instantes las intranquilas mariposas en mi vientre y en un acto reflejo me llevé los dedos a mis labios para tocarlos, recordando la sensación de haber probado los de Dereck.

—Jo-der... —jadeé, pasándome las manos por el pelo. Anoche la había liado pero bien.

Después, los demás recuerdos comenzaron a ser poco a poco más difusos por culpa de los efectos del alcohol, algunos de ellos no me hacían sentir precisamente orgullosa solo de pensar en lo borracha que me había puesto. Aunque una parte de mí también me recordaba lo bien que lo había pasado.

—Y la bella durmiente... despertó. —Me sobresaltó de pronto su cálida voz.

De inmediato encontré a Dereck en el umbral de la puerta, quien hizo que me ruborizara por el empleo de esas palabras y sobre todo porque tenía el torso al descubierto. Solo llevaba unos pantalones negros puestos, por lo que me fue inevitable posar mi mirada en su cuerpo.

—¿Cómo te encuentras?

Se acercó a mí, entrando en la habitación que estaba claro que le pertenecía. Sus muebles eran de diseño y estaba más o menos ordenada, pero todo ese lujo contrastaba perfectamente con los aleatorios posters que había colgados en la pared, dando el toque personal que caracterizaba a Dereck.

Desde que Llegaste. © #1 [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora