9. Qué sorpresa

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Su boca estaba entreabierta, en una perfecta posición y a escasos centímetros de tocar la mía

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Su boca estaba entreabierta, en una perfecta posición y a escasos centímetros de tocar la mía. No sabía cuándo se había acercado tanto y mi corazón bombeaba mi sangre con una rapidez que me hacía arder por dentro.

Tragué saliva, intentando ignorar la extraña atracción que me empujaba a cometer una gran estupidez y convenciéndome de que esa sensación era fruto de los chupitos de tequila que había tomado.

—¿Estás bien? —dijo, haciendo que volviera a la realidad.

Podía sentir cómo su pecho subía y bajaba acelerado y cómo todo su cuerpo rozaba el mío.

—Ahora sí —susurré sin pensar, pero rápidamente quise rectificar—: P-pero... estaría mejor si no me estuvieras aplastando... ¿sabes?

La comisura de su labio se elevó levemente hacia arriba y sus radiantes ojos aceitunados por la poca luz recorrieron mi rostro. Apenas pudo formular palabra cuando de pronto oí cómo alguien se aclaraba la garganta de manera exagerada, como intentando llamar la atención, y acto seguido una voz femenina pronunciaba el nombre de quien tenía sobre mí.

Reaccioné al instante y de un empujón me aparté a Dereck de encima para poder incorporarme. Él cayó a mi lado comenzando a reír, mientras que yo me quejaba a viva voz. No me atreví siquiera a desviar la mirada hacia donde se encontraban los demás, puesto que podía imaginarme perfectamente cómo serían sus inquisitivos ojos y, sobre todo, cómo sería la cara de su novia Vanessa.

—¡Mira cómo me has puesto! ¡Me has llenado de arena!

Estaba hecha un auténtico desastre, parecía recién sacada de los campos de entrenamiento militares en los que hay que pasar por encima de tierra y barro.

Empecé a sacudirme para quitar la arena que se había pegado a mi húmeda ropa, pero el único resultado que obtuve fue llenarme también las manos.

—Espero que hayas aprendido la lección. Este es el precio a pagar por desafiarme —dijo levantándose también.

Cuando ya estaba en pie frente a mí, le volví a empujar para apartarlo de mi camino e irme donde se encontraban los demás. Estaba que echaba chispas, me sulfuraba mucho el hecho de que él siempre consiguiera salirse con la suya y, aunque esa vez yo había saboreado parte de mi venganza, su ropa acabó estando mucho más seca que la mía y desde luego que el porcentaje de arena que tenía encima no era ni mucho menos comparable al mío.

—Vamos, nena... ¿es que te has enfadado? —se burló siguiendo mis pasos—. Tienes muy mal perder por lo que veo.

«¿Y este es el chico al que hace dos simples minutos casi besas? ¡Por dios, desde luego que has perdido la cabeza!» —dijo una vocecita en mi interior, pero intenté ignorarla. Aquello era una estupidez, no había estado a punto de besar a ese idiota.

Me senté en mi correspondiente sitio casi tiritando del frío, mientras mis compañeros de fiesta comentaban el gracioso espectáculo que acabábamos de protagonizar Dereck y yo. 

Desde que Llegaste. © #1 [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora