40. Feliz Cumpleaños

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Miré desde la silla de mi escritorio el reloj digital que adornaba la mesilla y comprobé que aún quedaban unos minutos para que fueran las doce en punto de la noche

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Miré desde la silla de mi escritorio el reloj digital que adornaba la mesilla y comprobé que aún quedaban unos minutos para que fueran las doce en punto de la noche.

Volví a fijar mi vista en el lienzo en el que había estado trabajando los pasados días y proseguí trazando líneas sueltas de óleo, aportando los últimos detalles a la pintura que estaba haciendo. Desde bien pequeña pintar me había servido como un modo de desconexión, de evadirme de los problemas y las malas sensaciones. Era una manera de relajarme y aunque los últimos años había dejado un poco de lado esa afición, me encontraba disfrutando de cada pincelada. Mis trazos eran suaves y precisos, algunos aleatorios, logrando así que el fondo del cuadro dirigiera la mirada hacia el protagonista del mismo.

Cuando ya creí que estaba terminado, me levanté y di varios pasos hacia atrás para observar el resultado en su plenitud. No pude evitar sonreír.

Era de lo mejor que había pintado hasta la fecha.

El cuadro no era muy grande, sino parecido al tamaño de un folio de los de toda la vida. Las pinceladas y todos sus colores aportaban esa expresión propia a la pintura, pero lo que más la hacía única era él. Dereck. Esa imagen que acababa de plasmar en óleo le identificaba en una de sus mejores facetas, en aquella parte de él que mostraba toda su dulzura y alegría combinada con su pasión. Lo había pintado de lado, apoyado en una pared y sonriendo en dirección al suelo mientras sostenía una guitarra entre manos. Había incluso conseguido plasmar esas pecas que tanto le caracterizaban y ese pelo castaño cuyo flequillo caía alborotado hacia la frente.

En cuanto vi que el reloj ya había dado las doce, sentí los nervios recorrer mi vientre. Estaba ansiosa por que Dereck lo viera, pues ese iba a ser su regalo de cumpleaños. Días atrás había pensado en múltiples cosas que pudieran servirle o gustarle, cosas materiales que en alguna tienda podría encontrar con facilidad... pero nada llegaba a convencerme. Y entonces se me ocurrió hacer algo diferente. Una pintura hecha por mí misma en la que había empleado gran parte de mi tiempo me parecía algo mucho más personal e íntimo. Una muestra perfecta de lo que sentía por él.

En mi familia siempre había sido tradición felicitar el cumpleaños a las doce de la noche y ya no podía esperar más a darle la sorpresa por lo que me dirigí a su habitación, cuya puerta estaba entreabierta.

Se encontraba en la silla de su escritorio, al lado de su ventana. Parecía anotar algo en una pequeña libreta y su ceño indicaba que estaba de lo más concentrado. Cuando me percaté de que la camiseta dejaba ver sus bíceps y marcaba las líneas de sus músculos a través de la tela, no pude evitar morderme el labio inferior y ladear un poco la cabeza para observarle bien.

—¿Cuánto tiempo llevas ahí? —dijo con una sonrisita, pero sin mirarme—. No te he oído entrar.

—Acabo de llegar. Se te ve... pensativo. ¿Estás ocupado ahora?

Dereck entonces dejó plenamente de escribir para dejar la libreta encima de su escritorio y pararse a contemplarme.

—¿Ocupado? Para ti, nunca —dijo, lo que me hizo sonreír.

Desde que Llegaste. © #1 [COMPLETA]Where stories live. Discover now