1. Un Cambio

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Tan solo había pasado una semana, unos exactos siete días desde que parte de mi mundo había comenzado a derrumbarse, pero esa mañana los escombros que quedaban empezaron a arder en llamas

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Tan solo había pasado una semana, unos exactos siete días desde que parte de mi mundo había comenzado a derrumbarse, pero esa mañana los escombros que quedaban empezaron a arder en llamas.

Apenas había tenido tiempo de asimilar lo que había visto, la confusión latía en mi cuerpo y era incapaz de pensar con claridad. Mis piernas solo iban de un lado a otro por el apartamento y mi mente hacía todo lo posible por mantener la sangre fría.

Detrás de mí me seguía una de mis mejores amigas, procesando también lo que le acababa de contar.

—¿Me lo estás diciendo en serio? —insistió Abigail por tercera vez—. Aunque eso sea cierto, ¡no puedes irte!

—Oh, créeme que sí puedo. Me voy a ir de aquí cagando leches —le contesté mientras andaba a paso acelerado hacia la habitación que compartíamos.

—No tomes decisiones precipitadas. Piensa antes de actuar ¿quieres? 

Abigail siempre había sido la voz de la razón en mi grupo de amigas, pero las circunstancias en las que me encontraba no quería hacerle caso a su lógica. No era lo que necesitaba.

Dejé mi bolsa de aseo y el maquillaje encima de mi cama y abrí la maleta de par en par para preparar mi huida. Ella se plantó a mi lado, interrogándome con su mirada y en una posición que daba a entender lo poco conforme que estaba con mi decisión. Pero yo simplemente ignoré su presencia y me limité a seguir doblando la ropa que sacaba del armario.

—Nat... —pronunció mi nombre, pero ni la miré—. ¡Nat!

Me acerqué por enésima vez al armario y cogí todas las prendas que me permitía el brazo, sin importarme arrugarlas . Me daba igual lo que ella pudiera decir mientras no me supusiera un impedimento para mi único propósito en esos instantes: Salir de ese estúpido apartamento lo antes posible.

—¡Natalie Olsen! —alzó la voz y de pronto me sujetó por los brazos para que dejara de doblar ropa. Me obligó a mirarla; sus ojos rebosaban desconcierto y autoridad—. ¿Quieres dejar de actuar como una loca y decirme algo? 

—¿Cómo quieres que actúe, Abby? —le dije deshaciéndome de su agarre—. Hace solo una semana... ¡una semana! Y ahora ella está... ¿cómo ha podido...? ¡No lo puedo entender!

Casi no podía explicarme y Abigail parecía haberse quedado muda. Mi corazón en esos momentos parecía querer estallar y mi mente no dejaba de reproducir la misma escena como si fuera un disco rayado: las hirientes palabras que pronunció sin dudar aquel día y la cercanía que tenían sus labios esta mañana. Lo cierto era que no sabía quién de los tres implicados tenía mayor delito en esa historia; quizás yo por haber sido tan ingenua.

—Lo sé, Nat... lo sé —vocalizó finalmente—. Ojalá pudiera darte un buen consejo. Todo esto es una mierda, pero créeme que la solución no está en esa maleta.

Desde que Llegaste. © #1 [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora