34. Tenía Razón

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La tensión y pesadez que había en mi cuerpo se fue desvaneciendo al tiempo en que el agua caliente recorría mi piel

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La tensión y pesadez que había en mi cuerpo se fue desvaneciendo al tiempo en que el agua caliente recorría mi piel. En lo que llevaba de día, no había parado de pensar en la noche anterior; en el mentiroso de Ralph, en la arpía de Candace y en todo lo que me hubiera gustado reprocharles y que en aquel momento no se me había ocurrido. Pero sobre todo mi mente intentaba recordar, ahondar en esos vacíos, lagunas y escenas borrosas de las que apenas me acordaba.

La pasada noche no había terminado precisamente bien para mí. Podía sonar exagerado, pero así era; parte de los acontecimientos de anoche conseguía recordarlos a medias. Todo ello ¿por qué? Por la estupidez que cometí al fumar marihuana. Al parecer, había sido demasiada cantidad para mi cuerpo en una sola calada y, juntándolo con el mal rato que había pasado con Ralph y Candace, ello había desencadenado en mí taquicardias, agobio, mareos, sudor frío... llegando finalmente a las náuseas y el casi desmayo. O eso recordaba. Aquello que había sentido era lo que Dereck se había referido como «un amarillo». Pero fue un amarillo de los fuertes, al parecer... una reacción poco común.

Suerte que Dereck había estado ahí en todo momento, cuidándome y demostrándome que le importaba.

Suspiré, mientras me aclaraba el champú del pelo y entonces comencé a echarme el acondicionador.

«Sí... Dereck. Siempre Dereck»

Me molestaba que gran parte de mis pensamientos los ocupara él. Aunque hiciera el esfuerzo de no pensar en él, me era inevitable. Echaba de menos sentir su cercanía, sentir sus labios, sentir todo de él... y ahora todo de mí no podía evitar preguntarse si debía de haberle dado un voto de confianza con respecto al tema de Vanessa. Si debía de haberle creído.

Me puse el albornoz alrededor de mi cuerpo una vez que salí de la ducha. Comencé a secarme el pelo, pero no pasaron ni dos minutos cuando por encima del ruido del secador escuché cierto griterío. Lo apagué un momento para cerciorarme de que provenía de alguna estancia de la casa y... sí, extrañamente parecía ser la voz de mi hermano la que vociferaba con enfado.

—¡Tom, te estás pasando! —identifiqué el tono alterado de quien parecía ser Sean, conforme me iba acercando al salón—. ¿Quieres dejarlo ya...?

Cuando entré en el salón, la escena que se rebeló ante mí era cuanto menos desconcertante. Mi hermano presentaba el ceño fruncido y miraba a Dereck con una clara aversión hacia él, mientras que Dereck le dedicaba una mueca de rendición. Y, con respecto a Sean, parecía ser él quien había tomado el papel del sentido común.

—¡No lo voy a dejar hasta que me explique a qué cojones juega! —Alzó la voz Tom y me sorprendí cuando le pegó un empujón a Dereck. Sin vacilación alguna. Consiguió que diera varios pasos hacia atrás e increíblemente este lo recibió sin rechistar.

—¿Se puede saber qué está pasando aquí? —intervine yo rápidamente, acercándome a ellos. Todos se dieron cuenta entonces de mi presencia y casi sentí que todas sus miradas me repasaban de arriba abajo; seguramente sorprendidas por mi aspecto, ya que solo llevaba una toalla envuelta al cuerpo y mi pelo estaba de lo más salvaje. En cuanto los ojos de mi hermano se posaron en mí, supe que también estaba enfadado conmigo. O quizás... con el mundo entero—: Tom... ¿por qué estás así? ¿ha pasado algo?

Desde que Llegaste. © #1 [COMPLETA]Where stories live. Discover now