10. Todo por tu Culpa (2/3)

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—¡Deténganse ahora mismo o se presentarán cargos por huir de la autoridad y desobediencia! —exclamó el policía y oí cómo informaba de la situación a sus compañeros través del walkie talkie

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—¡Deténganse ahora mismo o se presentarán cargos por huir de la autoridad y desobediencia! —exclamó el policía y oí cómo informaba de la situación a sus compañeros través del walkie talkie.

Dereck y yo hicimos caso omiso a sus exigencias y seguimos corriendo como si nos fuera la vida en ello. En cuestión de pocos minutos conseguimos salir de la playa para entrar en las calles y recorrer los edificios que adornaban la ciudad de Los Ángeles.

Había un gran tráfico de personas a las que tuvimos que esquivar en varias ocasiones y cuyas miradas estaban cargadas de asombro y curiosidad. Las relucientes luces que iluminaban la noche me mareaban por el intenso ajetreo que me rodeaba y ni siquiera me atrevía a mirar atrás. Sabía que, si lo hacía, acabaría rindiéndome ante la evidencia de que yo no era así, de que yo no debería de estar huyendo de la autoridad por un delito que ni siquiera había cometido.

Todo sucedió muy deprisa y cuando me quise dar cuenta ya habíamos atravesado varias calles de la ciudad. No sabía ya dónde nos encontrábamos exactamente, ni si seguían detrás nuestra, simplemente seguíamos corriendo sin rumbo concreto.

—¿C-crees que los hemos despistado...? —pregunté con la respiración a mil, apaciguando poco a poco nuestro ritmo.

—Ni puta idea... —respondió dando a una bocanada de aire.

Tras doblar una esquina nos detuvimos unos instantes a descansar y recomponer un poco el aliento, pero apenas duró dos segundos cuando Dereck cogió mi mano de nuevo completamente apurado.

—Tenemos que seguir. El tío no se despega de nosotros...

Casi me tropecé con el asfalto cuando intenté seguir el ritmo que tenía Dereck, pero pude estabilizarme a tiempo. Sin embargo, el cansancio poco a poco se estaba haciendo notar en todo mi cuerpo y las piernas me flaqueaban. Sentía fatiga.

—Dereck... no puedo más —advertí—. Tengo que parar.

—Aguanta un poco más, Nat —intentó animarme—. Conozco un sitio. Nos podemos meter ahí.

A pesar de que mi cuerpo estaba dándome un grito de auxilio, intenté focalizar mis pensamientos en seguir el ritmo y confiar a ciegas en el chico que tenía entrelazada su mano con la mía.

Las calles que cruzábamos parecían cada vez más oscuras, como si poco a poco nos estuviéramos adentrando en las profundidades de Los Ángeles, en sus barrios más siniestros.

Hasta que por fin nos paramos frente una gran puerta azulada que estaba de lo más oxidada, situada en un oscuro callejón cuya única farola que había no dejaba de parpadear. Dereck pudo abrir la puerta con la llave sin problemas y con rapidez me arrastró hacia el interior.

—Aquí estaremos bien. —Cerró la puerta provocando un fuerte ruido metálico y echó el pestillo que había para sellarla. Después apoyó su frente sobre ella y comenzó a reír por puro histerismo—. Hay que joderse... Putos polis.

Desde que Llegaste. © #1 [COMPLETA]Where stories live. Discover now