2. Amiga y familia

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Probablemente Rachel es la primera persona que puedo considerar como algo más que una conocida.

Mientras ordenamos el café en la noche entablamos una pequeña conversación sobre el día. Abu ya se retiró a la casa hace un par de horas, últimamente ha hecho eso; nos acompaña hasta que el sol se oculta y luego se despide con un beso en el cachete de cada una. Hay días en los que ya ni siquiera viene.

Rachel se encarga de recoger las sillas y barrer el local, yo me encargo de lavar las tazas, limpiar las encimeras y arreglar los platos. Trabajamos en coordinación, con la leve melodía de una canción proveniente de la radio.

Rachel es una chica guapa. Es rubia con grandes ojos azules y facciones encantadoras. Nunca parece enojarse y tiene un aura risueño y confiado que la envuelve a donde vaya. Cuando inicialmente la conocí me daba miedo, porque ella es prácticamente todo lo que yo no soy, pero la cosa con Rachel es que tiene un talento innato para conversar y hacer reír.

- Lily – Me llama desde el centro del salón, la miro sobra mi hombro.

Está parada cerca de la pared del arte, la escoba estática a su lado. Sus ojos parecen analizar los dibujos de los clientes y tiene una pequeña sonrisa cosquilleándole la cara.

- Voy a tocar este sábado en un bar del centro – Me cuenta.

Tomo otras taza para lavar mientras la escucho. Sabía que Rachel tocaba un instrumento, creo que la guitarra, pero nunca realmente pensé era algo que la apasionara tanto como para subirse a un escenario.

La rubia desvía la mirada de la pared para ubicarla sobre mí, y puedo ver una silenciosa petición tintineando en las comisuras de sus labios. Le toma un pequeño suspiro poder hablar finalmente.

- Me gustaría que me acompañaras – Dice.

Y eso me toma desprevenida.

Me doy la vuelta, sorprendida, sosteniendo con fuerza la taza azul en mis manos mientras nos vemos. Rachel y yo nunca hemos estado juntas en otro lugar que no sea el café, sería bonito cambiar de aire, pero es la idea de estar en el centro lo que me aterra.

Nueva Orleans es una ciudad llena de gente, de bulla, de ese tipo de miradas indiscretas que tanto me calan los huesos. Estar en público siempre ha sido un gran problema para mí, desde que estaba en el colegio y todos los niños me apuntaban por ser un poco más ancha que las demás.

- No, no creo que sea una buena idea Rachel – Explico, un atisbo de nervios en mi voz.

- Realmente apreciaría que estés ahí, Lils – Dice la rubia – Me gustaría tener a una amiga conmigo.

Hay algo en la palabra amiga que hace difícil explicar lo bien que te hace sentir, especialmente cuando la escuchar por primera vez dirigida a ti. Rachel y yo trabajamos diariamente hombro a hombro, y nos reímos y hablamos de todo o nada, pero nunca antes había tenido una amiga como para saber que así se sentía.

Tal vez es ese sentimiento de alegría lo que hace que las palabras se salgan de mi boca antes de que mi cerebro las procese: - De acuerdo.

El grito de emoción que Rachel lanza resuena entre las paredes del local mientras se abalanza sobre mí para abrazarme. Sin quien la sostenga, la escoba rebota sobre el suelo.

- ¡No sabes lo bien que la pasaremos! – Grita en mi oído – Te encantará tanto el lugar, es de un viejo amigo – Me dice mientras desenreda sus brazos de mí – Es super bohemio y artístico como la cafetería, pero con más luces, más música y menos silencio.

Río. Justamente todo lo que amo en la cafetería es la paz que proclama, pero ver la emoción brillar en el rostro de la rubia hace que me detenga de expresar aquel pensamiento.

Trazos AzulesWhere stories live. Discover now