11. Un mocca para los malos días

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Me gusta la repostería, es algo que comparto con Abu

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Me gusta la repostería, es algo que comparto con Abu. Es ordenado y ligero. Mack es un desastre mezclando ingredientes, no tiene la paciencia para las medidas y los números; a mí me fascina.

Disfruto de amasar y batir, hornear y decorar cada postre a mi modo; la repostería es mi arte y mi refugio. No se necesita más que seguir la receta para asegurar un buen resultado. Si no sigues la receta, fallas; pero si la sigues al pie de la letra, disfrutarás de una explosión de sabores. Es un camino fácil, seguro.

Solo hay una cosa que me estresa: la masa de bizcocho. Siempre hay la probabilidad de que la mezcla se corte o se agrie, que el pan se desinfle o quede crudo por dentro. Es la receta que menos ingredientes lleva y el resultado más incierto.

Como Peter.

Con Peter no existe ninguna receta. No hay instrucciones ni protocolos que me ayuden a saber lo que hago, que me guíen. Él es espontáneo, desordenado, y me sorprende más veces de las que me gustaría admitir. Es instintivo e impulsivo, y me da miedo seguir y caer.

Solía ser Lily: simple, ancha, una chica en un café. Ahora soy Lily, la musa de Peter.

Miro alrededor.

El café no está tan lleno hoy, tampoco vacío; hay una mesa ocupada por un grupo de amigos que se ríen escandalosamente. Los he visto antes, son amables. Sonrío instintivamente.

Son tres chicos y dos chicas, y es claro que el pelirrojo del frappe tiene un crush gigante en la rubia de la tarta de arándanos. Lo intenta ocultar, pero la sonrisa que aparece cada vez que ella dice algo lo delata. Tampoco me pierdo el sonrojo de la rubia cuando el pelirrojo le regala un guiño juguetón.

Supongo que ninguno de los dos se atreve a hacer algo al respecto.

En el café solo estamos ellos y yo. Abu ha comenzado a hacer efecto sus palabras y ya no viene al café tan seguido, y Rachel pidió la tarde libre.

Esta vez no tendré ningún tipo de apoyo ni plan B para cuando Peter llegue.

Vivimos una nueva rutina, ahora me sonríe y saluda cada apenas entra. Aún pide su café de siempre, pero también se aventura por un nuevo postre cada día. Siempre me pide que le recomiende uno.

Lo único que no ha cambiado es que aún me pone nerviosa saber que me dibuja, ver por encima de mi libro y atraparlo mirándome tan abiertamente.

Además, desde nuestra charla, su horario de estadía se ha extendido. Hay veces en donde se queda y nos ayuda a arreglar el local después de cerrar. Yo le agradezco, Rachel le manda miradas furtivas, creo que aun no le agrada del todo.

Tyler y Drew también se han vuelto clientes habituales del café. Ya no es raro verlos hacer guerrillas de comida entre ellos o que Drew pretenda ser un agente secreto con su bigote de leche.

Ellos me agradan, son divertidos. Ambos coquetos, ambos traviesos. Es como si compartieran el mismo cerebro, excepto que Tyler es un sinvergüenza que coquetea con cada persona que pide un café.

Trazos AzulesWhere stories live. Discover now