18. Intimidad

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Hay tres nuevos dibujos de mí, todos en diferentes posiciones, todos solo mostrando la tímida desnudez de mi torso. En ningún momento Peter me pide por más, me dibuja con el bralette y los pantalones puestos. No sé si hubiera sido capaz de exponerme más.

Es un proceso, vamos capa por capa. Por ahora, no estoy lista para más y él lo entiende.

Me invita a ver cada una de las hojas. Al principio es difícil, verme como arte cuando aún no lo creo totalmente, pero algo tiene Peter que, al dibujarme, me hace sentir más cómoda, más hermosa; no importa que no sea verdad. Es dedicado y preciso con cada trazo, y me mira expectante por aprobación con cada dibujo que me muestra, como si realmente le importara mi opinión, como si yo le importara.

Él no se limita al dibujarme, quiere capturarme con papel y lápiz. Ha trazado cada parte de mí. Mis brazos gordos, mi ombligo hundido, los rollos que se me hacen a los lados al estar sentada. Mi mirada tímida, la vergüenza de mi boca, la inseguridad de mi postura. Él no se guarda nada. Y aunque solo me he quitado la blusa esta noche, me siento más desnuda que nunca.

Expuesta, pienso cuando estamos acostados sobre las almohadas, viendo los dibujos que descansan en una pizarra de corcho frente a nosotros. Las lámparas están al mínimo de luminidad, lo que realmente ilumina la estancia es la misma luz de la noche, la de los faros de la calle y la de la luna.

- Eres hermosa – Peter rompe el silencio.

No ha parado de ver sus obras desde que las colgó, yo no me atrevo a dirigirles otra mirada. En vez, me distraigo en el perfil de mi acompañante. Peter es guapo, es atractivo. Su nariz es grande, tal vez un poco mucho, pero encaja precisamente con el resto de sus facciones, con pestañas espesas y una sonrisa guardada en las comisuras de finos labios.

Me gusta cuando sonríe, especialmente porque no lo hace a menudo. Ni siquiera esta noche. Mira a los dibujos atentamente con sus labios apretándose entre sí, concentrado en mi figura de papel. Saber que es capaz de verme así, como si fuera lo único en la habitación, hace que una llama hambrienta se me prenda en el estómago.

Quiero morderlo.

Muevo mi cuerpo en su dirección, acostándome sobre mi costado. Las almohadas suenan bajo mí, pero incluso eso no rompe la atención de mi artista. Está hipnotizado.

Sintiéndome atrevida, acerco mi dedo índice a su cara, ubicando la punta en el medio de sus cejas y bajando a lo largo de su nariz. Tiene la piel seca.

- Eres muy lindo – Susurro involuntariamente.

Peter parpadea continuamente, saliendo del hechizo que su propio arte ha puesto sobre él. Cierra los ojos suavemente cuando se da cuenta de lo que hago.

Trazo cada una de sus facciones. Paso mi dedo por sus firmes pómulos, por el contorno de sus ojos – me atrevo a dejar un suave beso en cada una de sus ojeras, deseando borrarlas -, por la línea de su mandíbula. Él se mantiene quieto la mayoría del tiempo, de vez en cuando dejando escapar un suspiro profundo que cala hasta lo más dentro de mí.

Por un momento intercambiamos roles, soy yo la que quiere dibujarlo y pintarlo; Peter merece estar en un museo o en una galería, es a donde pertenece.

- Me gusta cuando te portas atrevida – Murmura Peter cuando mi dedo cruza la frontera entre sus labios -. Gracias por sentirte cómoda de ser conmigo.

Hay una emoción penetrante en sus palabras que rezumba en mis oídos. Detengo mi viaje por su rostro, incapaz de seguir. Él abre los ojos ante la abrupta interrupción y la habitación se llena de su esplendor.

- No pares – Me pide con ojos brillantes, deseosos.

Su mirada me cautiva el alma. Me congela en un paréntesis de deseo y cariño profundo. Sea lo que sea que siento por este chico, es demasiado. No cabe en mis huesos, siento que estoy a punto de explotar.

Trazos AzulesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora