23. Una casa desordenada

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Antes de que Mack se vaya al colegio, la detengo. Abu ya se fue al café y papá a su trabajo, solo estamos ella y yo. Y sé que es su vida, pero yo soy su hermana mayor.

- Está bien si tienes un crush en Drew – Le digo suavemente. Ella desvía la mirada, sonrojada -, pero recuerda que es muy mayor para ti.

Conozco a mi hermana, no le gusta que le digan qué hacer. Ella es independiente e inteligente, y nunca he dudado su juicio. Pero también es terca y obstinada.

- Sé que no es posible – Susurra quietamente -. Es solo un crush, ya pasará – Me promete, con los ojitos azules empañados.

Me levanto de la mesa para abrazarla. Su cabeza cae contra mi pecho, ese que ella llama almohada, y siento algo húmedo mojarme el vestido. Lloro con ella, porque no es agradable tener tu primer corazón roto.

- No elegimos quién nos gusta, y ahorita es la persona incorrecta – La aparto suavemente para verla a los ojos, prometiéndole lo siguiente: - Ya vendrá alguien más, alguien que será para ti.

Intenta sonreír, pero es apenas una mueca la que me regala. Deposito un beso en su coronilla: - Te quiero mucho, piojo.

- Yo más.

Mi hermana se retoca el maquillaje antes de irse. Decido que tengo tiempo para hacerle sus galletas favoritas antes de que Peter pase por mí. Galletas de chocolate y nueces, sé que la alegrarán cuando las vea sobre su escritorio. Incluso me robo algunas para mi día con Peter.

Me cambio el vestido después de ensuciarlo con harina y mantequilla, y decido vestirme de azul. Me he dado cuenta, a juzgar por las manchas de carboncillo y pintura en los dedos de Peter, que le gusta mucho ese color. Y me gustaría que me dibujara entre tonos azules, en algo que le gusta.

Se siente como un triunfo verme al espejo y sentirme en paz. No hay voces que me digan lo fatal que me veo, ni lo gorda que estoy. Sigo siendo ancha, sigo teniendo estrías y celulitis, incluso un poco en los brazos desnudos, pero también me veo guapa. Lo acepto.

Peter me mensajea y yo bajo emocionada. Apenas abro la puerta, soy recibida con una sonrisa cálida, dulce. Lo beso antes de perder la valentía, y él me devuelve el beso con calma, disfrutándolo.

Los ojos de Peter se pasean por toda mi cara al separarnos, desde los ojos a la nariz, de mi lunar en la frente hasta los labios.

- ¿Tengo algo en la cara? – Acerco mi mano al rostro, insegura. Él me detiene.

- No, es solo que... Estás radiante hoy día.

Me siento radiante.

Nos montamos en la motocicleta de Peter. Cuando arranca, el mosaico de las luces y colores que vi la noche anterior se reduce a borrones verdes. Hay demasiada luz para disfrutar del show de colores y destellos

Pasamos calles y vecindarios, pero me doy cuenta de que el camino es desconocido. No estamos yendo al cobertizo. En un semáforo en rojo separo mi rostro de la espalda de Peter: - ¿A dónde vamos?

No puedo verle la sonrisa por el visor, pero él responde con confianza: - Es una sorpresa.

Arranca antes de que pueda decir algo más.

Cuadra a cuadra, las casas se van transformando. Las plantas hogareñas pasan a ser mansiones elegantes de tres pisos, algunas con jardines amplios, otras con vallas que protegen una piscina privada. Nos adentramos a un vecindario lujoso, ostentoso.

La bilis se me sube a la boca al ver que Peter se detiene frente a una elegante entrada. Me quito el casco y admiro la casa que se alza frente a nosotros. La mandíbula se me desencaja. Es alta, grandiosa, imponente; definitivamente el hogar de una familia con dinero.

Trazos AzulesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora