14: Azul entre café

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Despertamos enredados entre hojas y polvo. No recuerdo la hora en la que nos quedamos dormido. Peter se pasó el resto de la noche dibujándome, pidiendo que cambiara de pocisión cada vez y cuando. Que gire un poco la cara, que me muerda los labios, que los lama. Muchas veces él se acercó a enseñarme cómo.

Admito que hubo algunas veces que finguí no entender solo para recibir un beso más. No creo haber sido sutil.

La luz de la mañana ha invadido el espacio del cobertizo. Tengo que parpadear varias veces para acostumbrar a la luminidad, cayendo en cuento de que tengo un peso aplastándome el cuerpo. Peter está arrullado sobre mi pecho, roncando levemente sin atreverse a soltar el lápiz.

Se le ve tan cómodo... sobre... mi... pecho.

Me atraganto con el grito que quiere escapar. Peter está dormido sobre mi pecho. Siento mi cara incendiarse cuando lo veo acurrucarse más.

Qué incómodo.

Peter da un ronquido más antes de que pierda los nervios.

- Abu nos hizo tartaletas.

La voz me sale aguda y chillona. Peter se levanta dando un salto por el susto, soltando el lápiz y apoyándose con cada mano a un lado mío..

- ¿Qué? ¿Qué? – Murmura desorientado.

Tiene la mirada desorbitada y está moviendo la cabeza de lado a lado, buscando el origen del sonido. Me sonrojo cuando me encuentra debajo de él. Peter parece no entender nuestras posiciones porque parpadea con fuerza, al menos hasta que baja la mirada al lugar donde estaba durmiendo.

- ¡No mires mi pecho!

Peter suelta un alarido mientras rueda y se levanta de mí, el rostro incendiado en vergüenza.

- ¡Perdón!

Me incorporo, dándole la espalda con toda la intención de no verlo hasta que el sonrojo se me haya ido. Me acerco al bolso que cargaba ayer y que ha quedado olvidado a lado del caballete, donde el primer retrato de la noche descansa.

Sigo sin reconocer que la mirada salvaje me pertenece, se siente tan ajena a mí. La mujer en el papel y yo estamos lejos de ser la misma persona.

Las tartaletas de Abu han sobrevivido la noche las comparto con un Peter que no puede verme a los ojos. Es curioso verlo avergonzado cuando siempre está tan seguro de sí mismo, llamándome musa y escudriñando cada rincón de mí.

Terminamos desayunando en el escalón del cobertizo, disfrutando del rocío de la mañana. Me deleito al dar la primera mordida del postre, sintiendo la dulce acidez invadir mi boca.

Esta deliciosa.

Escucho a Peter atragantarse junto a mí, pero le doy el crédito por pretender que no me estaba viendo cuando lo volteo a ver. En vez, devora su tartaleta

Es cómodo compartir un momento de silencio con él, con nuestros brazos tocándose ligeramente, reconociendo su piel y su toque. Cálido, suave.

- ¿Tu papá estará enojado que no llegaste a casa? – Pregunta cuando ha tragado el contenido en su boca.

- No sabe que no he llegado – Confieso -. No sé muy bien los detalles, pero creo que Mack se ha hecho pasar por mí dormida cuando mi papá le preguntó a Rachel si ya había llegado.

La verdad es que ni siquiera había pensado si sería un problema no llegar a la casa, pero Rachel y Mack ya estaban listas para cubrirme. Un texto a las 2 de la mañana me hizo saber que todo estaba bajo control.

- Aunque creo que debo llegar antes de que papá y abu despierten y se den cuenta de lo sospechosa que luce Mack, nunca es buena mintiendo por mucho tiempo – No era un chiste, pero Peter se ríe calladamente, y yo sonrío por ello.

Trazos AzulesWhere stories live. Discover now