22. Cumpleaños y besos

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- ¿Y qué hay de Lucy? ¿La conseguiste después del orfanato?

La guitarra rosada descansa contra su mesita de noche. Se nota que es vieja, pero que está muy bien cuidada. Rachel la agarra con afecto y rasga sus cuerdas.

- Ella fue un regalo – Comienza a tocar una suave melodía, algo acústico -. A veces el sistema nos rotaba en diferentes hogares. Alguna vez fui a caer en las manos de Jorge, un viejo guitarrista. En su tiempo fue alguien que tocó con bandas importantes. Cuando llegué a su casa, sus dedos estaban entumecidos por la artritis.

El ritmo del rasgueo cambia a uno más atrevido, flamenco. Las mechas rubias de Rachel caen como cascada cuando ella estira el cuello relajadamente hacia atrás. Sus dedos ni siquiera dudan entre las cuerdas a pesar de que cierra los ojos.

- La verdad es que empecé a tocar la guitarra para alegrarlo, era un señor muy triste. Su esposa fue muy amable de enseñarme los primeros acordes cuando se lo pedí, ella me regaló a Lucy, la guitarra que había sido suya; pero fue Jorge quien me contagió su pasión.

La canción termina tenuemente. Las uñas rojas perdiendo energía de acorde en acorde hasta que se posan quietamente por sobre el puente.

- Ellos me regalaron algo que hasta ese entonces no tenía: identidad. La música se convirtió en algo mío, solo mío, y Lucy se convirtió en mi única compañera. Mantuve conexión con ellos hasta que fallecieron unos años atrás. Creo que estaban tan solos como yo.

Me levanto a abrazarla: - Ya no más.

Rachel sonríe.

...

Abu recibe a Rachel con un pastel en forma de guitarra y 22 velas encendidas sobre la crema. Entre las dos le cantamos el feliz cumpleaños mientras ella sopla las velas, con una inmensa sonrisa en los labios.

Le pedí a Abu que trajera el paquete que guardaba en mi habitación, así que después de comer el pastel, le entrego la pequeña cajita.

Rachel abre el regalo con el entusiasmo de un niño, y ahora entiendo mucho más a mi amiga; no puedo evitar pensar que no debió recibir muchos regalos en los hogares de acogida. La delicada cadena plateada resplandece entre sus dedos, y ella admira la pequeña guitarra que decora el detalle. El iris azul le resplandece como la plata, sus ojos se amplían ante el peso del regalo.

- Me encanta – Murmura con voz afectada, y entonces su mirada se posa sobre mí, con una tímida petición: - ¿Me la pones?

Le rodeo el cuello con la cadena, dejando que la guitarra descanse exactamente en el medio de sus clavículas. Tal como lo predije apenas vi la cadena, mi amiga la luce de maravilla.

Abu le ofrece que se tome el día, pero mi amiga la rechaza poniéndose firmemente el delantal y atendiendo al cliente que nos acompaña en la mañana.

Cuando es el medio día y Abu se va, mientras Rachel y yo comemos nuestra tercera porción de pastel sentadas sobre la barra, la campana suena y un Peter ojeroso entra a la cafetería. Miro el reloj, sorprendida de que falten 3 horas para su hora de siempre.

Lleva su cuaderno en la mano y los brazos manchados de pintura. Es probable que haya estado pintando toda la madrugada. Siento la tentación de pedirle que vayamos al cobertizo y me enseñe en lo que estuvo trabajando. Me contengo.

- Ayer no me hiciste la pregunta – Es su saludo. El gesto serio se le suaviza al acercarse, una pequeña sonrisa se le entreteje entre los labios -, así que tienes la oportunidad de 2 preguntas. 3 si prometes nunca más volver a desaparecer así.

Está intentando ser más abierto, más familiar. Rachel le revuela la mirada divertida, la conozco lo suficiente para saber que está pensando en lo cursi que es Peter.

Trazos AzulesWhere stories live. Discover now