8. Una musa confundida

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Maratón 1/2

Incluso en la mañana siguiente no puedo dejar de pensar en el dibujo.

Peter es realmente talentoso. La simetría de las facciones, los trazos, el espacio prácticamente todo lo hace bien. Más que nada, realmente parece capturar mi persona, y me siento un poco avergonzada de poder ver lo insegura que soy incluso en su dibujo.

Debo confesar que es esa misma capacidad que tiene de atrapar mi esencia la que me aterra. Tienes que estar familiarizado con la persona, realmente verla, para poder transportarla tan sinceramente a una hoja. Nunca me ha gustado ser observada.

Y, sin embargo, Peter ha hecho los detalles de mi persona tan bien que es difícil estar enojada. Me siento observada, pero también apreciada.

Rachel me dice que debería aceptar su propuesta. Prácticamente se despertó conmigo dormida sobre mi escritorio, el dibujo bajo mis manos. Tuve que contarle la conversación con Peter.

- Después de todo, eres su musa – Argumenta desde la cama, sus piernas cruzadas en posición de indio mientras devora un plato de cereal.

Yo sigo en el escritorio, mi plato ya acabado a un lado y el dibujo una vez más en mis manos.

- No me siento muy cómoda siendo la musa de alguien – Confieso con una mueca –. Ser una musa significa tener que ser observada por horas.

Ella frunce los labios sin entender.

- Además, las musas son mujeres guapas – Agrego –, yo soy muy... llenita para ser una musa.

Esa parece ser la gota que derramó el vaso.

Rachel deja con fuerza su plato sobre el suelo, y camina a trompicones estruendosos hasta estar frente a mí. Sus manos sujetan con fuerza el respaldo de mi silla, aprisionándome entre sus brazos.

- Lilibeth Blue, más te vale que me escuches y me escuches bien – Comienza a decir con una voz que me provoca piel de gallina –: Tú eres una chica preciosa ¡Dios! Si te vieras como yo te veo. Tienes un cabello rojo e increíble, unos cachetes que dan ganas de apretujar y una boca rosada que está para morirse. Créeme que apenas te conocí tuve unas ganas incontrolables de besar esos labios tan rellenos.

Me pongo colorada. Es bueno que esté sentada porque creo que me hubiera caído de golpe al escuchar a mi amiga decir que me quería besar.

Rachel continúa: - Eres una musa, Lily, porque realmente eres preciosa. Incluso si tú no los ves. Las "musas" no son mujeres simplemente guapas, son personas que inspiran al arte – Sonríe firmemente –, y Peter ha encontrado su arte en ti.

Suelta su agarre de mi silla y regresa a su puesto en la cama. Se mete una cucharada de cereal y traga antes de continuar.

- Peter es un artista, y no puedes privar al mundo de su arte al quitarle a su musa.

Y como si no hubiera soltado un discurso, Rachel regresa a su desayuno mientras revisa su teléfono.

Siento que si pienso mucho en sus palabras solo voy a terminar descargando mis neuronas, así que simplemente acepto que Rachel está de acuerdo con que Peter me dibuje, aunque yo no estoy segura de querer.

Bajo la mirada al dibujo. Es tan claro, tan detallado que me aterra saber que es un retrato mío. Se nota que le han puesto atención y muchas horas de trabajo. Lo más raro de todo esto es pensar que alguien se ha gastado su tiempo en mí.

¿Por qué en mí?
...
En domingo la cafetería no es tan ajetreada, el sábado tampoco, por eso sé que a Abu no le ha costado manejar el negocio ella sola.

Trazos AzulesWhere stories live. Discover now