Capitulo 2: Ara

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—¿Que hago ahora? —susurraba asustada.

No sabía que hacer, pues el campamento de "Cinco fuegos" estaba muy cerca, a pesar de que eran vecinos tenían buen terreno de separación, mas sin embargo ella había entrado a esa parte de terreno que no debía cruzar, y todo por buscar a una liebre negra.

Cada vez se escuchaban los alaridos y las risas de los hombres cazadores de esa tribu, seguía pensando en una idea no tan estúpida para escapar pero no se le ocurría nada a pesar de que siempre tenía una. Esperaba que su única idea fugaz no fuera tan mala como pensaba, agarro una piedra y la lanzó a unos arbustos buscando una distracción y encontró algo mejor que eso. Había activado una trampa, todos los cazadores fueron a ver si algún pequeño depredador había caído en ella.

Aprovechando ese gran milagro corrió lo suficientemente lejos como para alejarse y dar retorno a su tribu, al volver encontró un pequeño cuervonejo blanco y decidió que sería su presa, saco su cuchillo y lo degolló, llevándolo por las orejas, lo cargaba como si fuera una bolsa, mientras que la sangre del animal manchaba su blanco e inmaculado cuerpo.

De regreso a su casa grandes nubes de humo se alzaban sobre el horizonte, acelerando su paso llega a una escena que nunca había querido ver. Su tribu estaba ardiendo en llamas, rojo, calor y gritos. Preparando el terreno para que el tercer jinete llegara y sembrara la desolación en su tribu.

Grandes chorros de agua llegaban del jefe Antoine, pero no bastaban; muchos de los demás controladores del elemento llegaban mas no fue suficiente. Dejando su conejo en el suelo, busca y con las manos lanza cantidades pequeñas de tierra para apagar las pequeñas flamas que había en el campamento, luego encuentra un cubo de metal y con el busca más tierra y comienza a ayudar con los refugios pequeños y luego con los grandes.

Gracias a los controladores del agua se salvó una pequeña parte de la tribu, muchos murieron, y una mayor cantidad estaban heridos. Una sola y única edificación no estaba quemada, la casa de la joven cazadora Akila. Y de ella sale la gran hechicera el veneno como era conocida en el pueblo, su madre Baulara, portadora de la constelación de la serpiente.

Akila abraza a su madre y al notar que el suelo de su casa esta de un color poco usual Akila sabe lo que paso. Habían sido saboteados con un incendio de fuego mágico. Y sabía quién era el causante.

—Madre, ¿por qué no avisaste al jefe de la tribu? ¡Te lincharan! —Su madre le da un despreocupado beso en la frente mientras el jefe de tribu se acercaba furioso.

—¿¡Que has hecho ahora bruja!? —Pregunta molesto el jefe de tribu.

—Nada, solo descubrir la causa para lograr asesinar o al menos atacar al pueblo de salamandra roja —La voz sale de la boca de Akila, sabía que su madre había provocado el poder de su constelación.

—¡Habla hechicera de voz! ¡Dime que es, ya que tanto sabes! —La burla en la voz del patriarca era tan detestable, se creía superior, pero por algo tenía el cargo.

—El fuego que ustedes acaban de apagar era obra del controlador de cinco fuegos, si ven el suelo notaran que esta de color azul, y eso indica magia. Y mejor aún, magia de fuego, seguro mi madre lo notó y esparció una nube de veneno para calmar o debilitar al pirómano, pero solo provocó el error de incendiar toda la tribu, quien planeó esto tenia por seguro que eso sucedería. Y si quiere llamarme hechicera, al menos no caiga en mis trucos.

El jefe de tribu mueve los labios, su frente suda. Está molesto pero sabe que dijo la verdad aunque mienta, al tener la constelación del altar escucho plegarias y su voz no puede ser negada. Aunque deteste que me llamen hechicera, cuando lo único que tengo es la cualidad de tener todo.

I know I'm Not AloneWhere stories live. Discover now