Capitulo 10: Flecha azul

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Risas comienzan a sonar, luego gritos pero con alegría, sin un dejo de miedo. Renato siente tactos en su espalda, muchos toques como pequeñas hormigas caminando en su espalda, dichos toques eran idénticos a los que se acostumbraban hacer ellos cuando alguno de ellos estaba triste.

Renato observa si hay algo o alguien detrás de él pero no había nada ni nadie. Volviendo a observar las tumbas de sus amigos se encuentra con ellos ahí sentados con una sonrisa en el rostro. Antonieta, Pablo, Hugo y Horacio, los cinco otra vez reunidos.

—¿chicos? —pregunta Renato.

—Si Reny, somos nosotros —habla Antonieta, Renato sabía que eran ellos por como lo llamo Antonieta.

—Pero si ustedes murieron, yo... yo los vi. Esto no puede ser real.

—Tranquilo, sabemos que tu no lo puedes creer, pero nosotros tampoco. Ya nuestras almas están descansando pero por alguna razón algo de ellas se quedó anclado a este lago, y de vez en cuando bajamos aquí, a esperarte —habla esta vez Hugo

—Te hemos esperado para verte, antes de irnos vimos algo impresionante de ti —dice Pablo con una sonrisa en el rostro.

—Y queremos ver esas hermosas flechas azules, eran tan bellas y brillantes —La alegría de la petición de Horacio fue tan desconcertante para Renato como la petición en sí.

—¿Flechas azules? Eso no puede ser, mi fuego es rojo —Renato aun pensaba que era un sueño.

Sus cuatro amigos mueren de la risa al ver la cara de Renato.

—Sí, pero al matar al vampocerdo líder, tus flechas se convirtieron en flechas de fuego azul súper brillante. Eran hermosas, y creo que eso queremos de ti. Nuestro líder, nuestro lord.

La cara de Renato no tenía comparación, no cabía duda de que esas personas eran sus amigos. Así lo llamaban antes, y al parecer lo seguirán llamando así. Renato saco su arco y creo una flecha, esta era de su usual color rojo. La disparo y esta solo dejo unas brasas que se convirtieron en humo al tocar el agua del lago.

Los chicos aún estaban esperando a que Renato lanzara su flecha azul, que el aseguraba ser falsa. Renato conocía todos los tipos de fuegos mágicos, y el azul era el fuego fatuo. El fuego de los espíritus, aquel que no quema el cuerpo sino el alma.

—Chicos, sé que quieren verme lanzar esa flecha azul, pero yo no puedo, seguro fue mi padre cuando me salvó. Yo ya no soy su líder, les fracase desde esa vez, y vuelvo a hacerlo. Soy un asco, ni siquiera puedo cumplir su último deseo —Renato comienza a llorar, un llanto desconsolado, donde se desprendía de toda la tortura mental que decidió no sacar desde aquel día.

—Renato, no nos decepcionas, nadie podía predecir que ese vampocerdo sería tan poderoso. Una maldición de grado tres mato a Hugo, Antonieta sabía todo de las bestias, pero nada de magia, no sabía que ella moriría por su preocupación amorosa por Hugo. Ursa era el menor de las constelaciones, se iba a llevar por el impulso de su furia, el mismo se mató. Y yo preferí darte mi vida a ti, Renato de todos aquí, tú eras el único que tenía más futuro que nosotros, el hijo del jefe de la tribu muere en su primera excursión. Renato piensa en tu padre —la voz de pablo era tan calurosa como siempre.

—En cuanto me desprecio luego de eso, en su cara al volver, y en la constante falta de amor que creció entre nosotros. Es lo único que pienso cuando pienso en él. Soy una desgracia para el —Las lágrimas de Renato cada vez eran mayores.

Antonieta y Horacio lo consolaban como si fuera un bebe.

—Ni siquiera fui capaz de matarlo, no fui capaz de vengarlos, mi único deseo.

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