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"La biblioteca es la más democrática de las instituciones, porque nadie en absoluto puede decirnos que leer, cuando y como"

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"La biblioteca es la más democrática de las instituciones, porque nadie en absoluto puede decirnos que leer, cuando y como".—Doris Lessing

Hablé durante horas sin parar. Él me escuchó con una atención hipnotizante, fue ése tipo de atención que te deja totalmente convencida de que la persona no se aburre, por el contrario, su mirada siempre me invitó a continuar. Sus ojos de alguna extraña manera sentía que suplicaban que no me detuviera... Y fue así, no lo hice.

Una parte de mí deseaba que mis palabras fueran suficientes para poder ser consumidos por su poder, como si pudiésemos transportarnos a los fantásticos escenarios que relataba. Por unos instantes logré sentir que funcionó. Sentí que todo a nuestro alrededor se desvanecía y solo éramos él y yo, juntos, explorando nuevos mundos, perdidos entre las estanterías que a nuestro alrededor forjaban una red de portales al alcance de nuestras manos...

Amé con toda mi alma la dicha que me ocasionó poder compartirle la parte de mí que reservé durante tanto tiempo solo para mí. Era mí pequeño secreto. Mi corazón se aceleraba cada que él se perdía en mis palabras, no tenía precio el hecho de saber que me comprendía a la perfección.

Él no se imaginaba lo mucho que me encantaban sus repentinas ocurrencias, que sin que las planeara surgían en el momento indicado y expresaban todo lo que sentía sin necesidad de esforzarse.

Todo era tan perfecto... No obstante, nuestro tiempo estaba contado.

Pospuse lo más posible lo inevitable, el problema fue que al estar pasándola tan bien, el tiempo se burlaba en nuestra cara al acelerarse e ignorar nuestras súplicas silenciosas de que se detuviera...

No quedó nada más por hacer. Todas las actividades que utilizamos de excusa para estar juntos quedaron resueltas y el silencio apareció, atravesando nuestra calma como si se tratara de una puñalada.

En mi desesperación por buscar alguna solución, las ideas llegaron a mí en un dos por tres y sabía que debía intentarlo... Lo quería demasiado como para dejarlo ir...

—No quiero que te vayas.

El brillo que en sus ojos perduró durante toda la tarde, lentamente fue esfumado por esas simples pero significativas palabras.

—¿Por qué no te quedas?—,agregué abruptamente, impidiendo que dijera algo más.—Solo piénsalo... Podrías quedarte... Vivir solo. Yo te apoyaría. Podrías trabajar con nosotras, Camille estaría encantada... Incluso sé que ella no dudaría en rentarte un cuarto... Podrías seguir estudiando en nuestra escuela, tendrías amigos... Serías libre y, sé que soy una egoísta pero, no puedo evitar pensar que también podríamos estar juntos...

La emoción me embargó conforme iba formulando la propuesta, aunque una parte de mí, sabía que aunque no fuera tan descabellada, si era un bonito sueño que solo podía desear que se hiciera  realidad. A pesar de todo, cumplí mi cometido al hacerle saber que tenía opciones, que no estaba sólo. Ya no más.

—No lo sé Enana...—, su voz no sonó nada convencida.— Quisiera poder pensar cómo tú y creer que todo será así de increíblemente fácil.

—Nunca dije que será fácil—, lo interrumpí.—Creéme que será una mierda. Pero valdrá la pena.

—Tú vales la pena. No eres la única egoísta aquí. Tratándose de ti, no dudaría ni un segundo en dejarlo todo.

Nos miramos y sin poderlo evitar nos reímos.

No teníamos ni la menor idea de que éramos consumidos por un efecto secundario generado por el enamoramiento.

Creíamos que podíamos contra el mundo entero. Nos sentíamos invencibles.

Nadie nos advirtió que hasta las mejores sensaciones tienen fecha de caducidad, y la nuestra ya tenia la cuenta en regresiva.

Nadie nos advirtió que hasta las mejores sensaciones tienen fecha de caducidad, y la nuestra ya tenia la cuenta en regresiva

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