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"Vivir sin leer, sería vivir sin vivir."—

— ¿Así que tengo los ojos más bonitos que has visto?—me preguntó con una sonrisa pícara

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— ¿Así que tengo los ojos más bonitos que has visto?—me preguntó con una sonrisa pícara.

Agradecí encontrarme del otro lado del estante y eso le impidiera observar lo roja que me había puesto. La sangre hervía en mi rostro de pura vergüenza.

— ¡Eso no es lo importante!—balbucee.

— ¡Aquí lo importante es que tienes algo que me pertenece!

— ¿Mi corazón?—preguntó dejándome contrariada.

—Que yo sepa todavía no se lo he dado a nadie, —agregó como si fuera la conversación más normal del mundo.

Rodé los ojos reprimiendo una sonrisa.

Él inmediatamente al ver mi gesto sonrió. Sólo observaba sus ojos, sin embargo, lo pude deducir en el instante que sus mofletes se inflaron y sus ojos se achinaron.

— ¿De qué te ríes?—lo acusé.

— ¡Yo no me estoy riendo!, —se quejó. Sus ojos una vez más lo delataron al volverse casi diminutos de lo mucho que su sonrisa se había expandido.

—Mentiroso.

— ¡Bueno!—exclamó.
— ¡Como soy un mentiroso me voy!

Dicho y hecho, sus increíbles ojos azules desparecieron de mi campo de visión y sus pisadas se prolongaron alejándose poco a poco de mí.

— ¿Qué? ¡Espera!

¿A dónde cree que va con mi libro? Estaba loco si creía que lo iba a permitir.

De un salto bajé los escalones. Tenía mi mirada fija en el suelo con miedo de pisar en falso. Lo último que necesitaba era terminar besando el suelo.

Apenas me sentí segura con los pies bien firmes en el piso, levanté mi mirada y eche a correr directo en su búsqueda.

Como era de esperarse, fui directo. Sí, pero directo a estrellarme en el pecho de una persona.

— ¡Oh disculpe!—dije como primer impulso.

—No te preocupes. — ¡Ésa voz! Definitivamente ésa voz se iba a convertir pronto en la protagonista de mis pesadillas.

Hubiera deseado que fuera cualquier persona, ¡pero no! Era nada más y nada menos que el mentiroso que sostenía en sus manos mi preciado libro.

—Eres más pequeña de lo que pensé, —soltó.

Ahora sí. Nada pudo impedir que éste muchacho misterioso e increíblemente seguro de sí mismo viera en primera fila el color escarlata que se apoderó de mi rostro. Trágame tierra.

Y si no es mucho pedir, traga mi libro también y llévalo conmigo.

Y si no es mucho pedir, traga mi libro también y llévalo conmigo

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¡Oye! Ése es mi libroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora