Capítulo 46. Soy nada sin ti

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—Debes tranquilizarte— escuché el ruido que hacía la voz de Denis mientras miraba a todo el mundo organizándose.—Milla, recuerda que estás llevando a un bebé dentro de ti y que cada cosa que te afecta a ti lo afecta a él también.

—En buena onda, suéltame, Denis— hablé firmemente intentando zafarme de él—.¡Denis!

Todos corrían de un lado a otro y todos parecían caminar hacia el bosque en busca de Íker, pero ninguno de ellos no conocía el lugar. No era un bosque común porque había un montón de caminos cerrados y un montón de fosas, y con la llegada de la oscuridad todo se volvía dos veces más peligroso.

—Conste que te advertí— afirmé mirándolo en los ojos antes de eliminar su mirada confusa con una patada entre las piernas que de inmediato logró liberarme de su agarre. —Perdón— murmuré ante sus quejas de dolor y bajo la mirada de todos los demás.

Sin más, recogí todas mis fuerzas y me fui corriendo hacia el bosque antes de que los demás puedan impedírmelo una vez más.

—¡Milla!— los escuché a todos gritándome. —Ven acá— añadió mi padre.

El precio de unos largos minutos seguí escuchando sus gritos hasta que entré más en el bosque y lo único que podría escuchar era mi voz llamando a Íker.

—Payaso de quinta, ¿por qué demonios tenías que meterte aquí si bien sabes que eres una princesa?— monologué mientras caminaba entre los árboles cubiertos de nieve—¡Íker!, ¡¿Idiota, dónde estás?! — volví a gritar mientras me hacía camino y me abrazaba sola ante el frío que recogía todo mi cuerpo.

Poco a poco me fui adentrando tanto que ya no había ni una pequeña gota de luz, así que me vi obligada a encender la linterna de mi teléfono.

—¡Íker! — volví a gritar más preocupada. Mi ansiedad subía un nivel con cada paso que daba y no lo encontraba. —Dios, por favor — crucé mis dedos mirando hacia el cielo para rezar. —Cuídalo Diosito, no dejes que algo malo le esté pasando.— sentí cómo unas lágrimas empezaron a caer por mis mejillas, lágrimas que a poco tiempo se convierten en hielo gracias al frío que hacía en esa noche. —¡Íker!— volví a decir en un último grito que me hizo derrumbarme y caer en el suelo desesperada. —¡Íker!— grité una y otra vez agotada en el llanto. —Íker...— murmuré mirando el piso de un blanco iinmaculado—Dios, te juro que se lo perdono todo, solo haz que aparezca— dije en voz baja, resignada y cansada.

Por unos minutos mi mente atravesó todos los momentos en cuáles perdí a los que amé, como mi mamá murió, como mi mejor amigo se fue, no quería que esto pasara de nuevo, no quería perder una vez más a alguien que amaba.

—¡Íker!— intenté gritar nuevamente, pero el frío me congelaba y empecé a temblar fuertemente. —Íker— susurré sintiendo por primera vez el impacto del embarazo que me dejaba sin fuerzas.—Por favor, no te vayas tú también. Intenté levantarme del piso, pero fracasé en el intento, ya que me había caído sin fuerzas.

Tenía los pies completamente congelados y el cuerpo me temblaba de una manera insoportable. En ese momento admití que todos los que intentaron impedirme estar loca de ir en búsqueda...tuvieron razón.

Intenté una vez a incorporarme y esta vez lo había logrado, pero cada paso que hacía me costaba. Tenía miedo, miedo a que a él no le pase nada malo y miedo a no provocarle un daño a mi bebé.

Volví a llamarlo varias veces, caminé y caminé hasta que en algún punto todo de mí perdió el control y me vi cayendo una vez más en el suelo.

—Milla...— escuché una voz detrás de mí y al instante giré la cabeza, iluminando el rostro que tanto había buscado.—Milla— se alteró y corrió hacia mi, cayendo de rodillas delante de mí.

Te conozco x los zapatos ©®  Where stories live. Discover now