Capítulo 47. Nuestra Vida. Final

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Hay un punto en el cual realmente empecemos a vivir, uno en el cual nuestra realidad supera a nuestros sueños por los cuales tanto habíamos anhelado, un punto en el cual por fin puedes suspirar y decir: Estoy justo donde quiero estar.

Había pasado un mes desde que nos hemos reconciliado y unas dos semanas desde que mi padre biológico falleció. Había conocido a su familia, su esposa era totalmente al contrario de lo que me había imaginado, honestamente, me resultó una mujer hecha y derecha, en cuanto a sus hijos... Pues no había mucha compatibilidad entre nosotros.

Toda la casa era un desorden ya que a Íker se le había pegado la idea de mudarnos a una casa nueva. Debía admitir que su idea me agradó y por qué no esto podría ser un empezar desde cero para los dos.

Había retomado la pintura y eso era precisamente lo que estaba haciendo cuando sentí unos brazos cálidos rodeándome la cintura.

—¿Me extrañaron?— me susurró al oído mientras me pegaba más a su cuerpo.

—No, ¿quién eres tú para que nosotras te estemos extrañando?— repliqué mientras me giré hacia él con una sonrisa—Te hemos extrañado como el agua al chocolate.— añadió antes de darle un beso.

—¿Qué carajos te pusiste en la cabeza? — se rió mientras tocó con la punta de sus dedos mi banda cruzada para el cabello. —Es que en serio cada día te superas más en encontrar las cosas más odiosas.

—Odioso tu tarado— lo empujé — Se llama diadema de terciopelo.

—Esa cosa es todo menos una diadema— la señaló.

—Te voy a escupir.— lo advertí.

—Ven acá — me agarró por la cintura atrayéndome hacia él— Tú te ves hermosa de todos modos— volvió a darme un beso en los labios y deposité mis manos en su cuello.

—¡Oigan todos!— abrí la boca haciendo una mueca de sorpresa. —¡El cemento tiene corazón!—me reí. —Y muy buen gusto, digamos.

—No, mi amor, la que tiene a veces muy buen gusto eres tú.

—Ajá...— murmuré cruzándome los brazos y me dispuse a distanciarme de él en la espera de una típica frase de marca Sinclair. — Síguele.

—Esta no es una guerra, mi amor, pero mira nada más al hombre que escogiste—se señaló a sí mismo. —Toda una belleza.

«¡Siiiii, siii, siii!» Queremos más de él. Que se desviste, digamos. Atte: neurona bailarina súper excitada»

—Das asco, mi amor— negué con la cabeza, mirándolo de arriba para abajo.

«¿Por qué sigue vestido? Atte: la neurona».

—¿Doy asco, dices?— se mordió el labio inferior mientras entrecerró los ojos. —Pues tú también das asco, cariño, un asco tremendo.— añadió mientras tiró su chaqueta en el suelo. —Mucho, muchísimo asco.— añadió antes de desabrocharse unos botones de la comisa y de pasar su mano por el cabello, obteniendo de este modo un look lleno de rebeldía .

«¡Aaawwwwwww! Sigo siendo yo, la neurona bailarina»

—Bueno, asquito, digamos— repliqué.

—Pues vamos a darnos un poco de asco, ¿no?— cuestionó al instante, dando unos lentos pasos hacia mí para agarrarme por la cintura y me deposito sobre la mesa en cual llevaba mis pinceles.

—Eres repugnante— me mofé bajo su aliento.

—Terriblemente repugnante— me corrigió antes de separar mis piernas con su mano, haciéndose camino libre hacia mi entrepierna. —¿Cómo te parezco ahora?— me susurró al oído mientras metió sus dedos de la otra mano en mis colores para que después los acerqué a mi cuello, pintando de ese modo el camino que había sus dedos desde mi cuello hacia mis pechos.

—Vomitivo— musité ante su tocamiento.

—Esto no está bien— siguió hablando mientras tiró de mi camisa, dejándome con los pechos a su vista. —No vamos bien, amor—prosiguió mientras empezó a tocarme los senos y mancharlos con diversos colores. —Acuéstate—ordenó mientras posó su mano en mi tórax—Eso— siseó mientras halló de mis caderas hacia su pelvis, dándome por entender lo duro que se había puesto. —Eres divina— siguió su camino hacia mi entrepierna con sus dedos. —Eres todo— alzó la voz justo cuando introdujo un dedo dentro de mí, acto seguido por movimientos lentos de fuera-adentro y círculos mientras que la palma de su mano hacía presión sobre mi clítoris.

Cuando ya no aguanté, cogí su mano, pero de inmediato con su otra mano me apartó , haciéndome arquear mi cuerpo cuando sus labios hicieron contacto con la piel de mis entrepiernas.

—¡Íker!—pronuncié su nombre sin saber.

Cuando parece que se va a detener en mi sexo, sigue bajando por una pierna y se detiene en la parte interior de una de mis rodillas, se entretiene, la besa mientras que una de sus manos recorre todo mi interior. La boca sigue haciendo su labor de recorrer todo mi ser, ahora le toca a mi tobillo, mi pie es venerado por su boca y pasa al otro pie también para volver a subir a la rodilla y no dejar de recorrer centímetro a centímetro mi cuerpo deseoso de lujuria.

Se incorpora nuevamente de pie y escuche el sonido de la cremallera de su pantalón. Ya no aguante. Lo quiero. Todo. En mí.

Lo próximo agarra mis piernas y las cruza depositando cada una de ellas en uno de sus hombros y por fin llego en contacto con su pene erecto, cálido, duro...

Mi humedad aumenta a pasos precipitados y las palpitaciones están a punto de explotar. Mi estómago se estremece y mis pechos se ponen más duro, haciéndome agarrarme del borde de la mesa para sanar mi dolorosa experiencia.

Lentamente, lo siento llevándome, centímetro por centímetro. La tortura continúa. Movimientos lentos y incompletos. Estoy a punto de gritar con desesperación cuando una embestida totalmente sorprendida me regala la sensación de plenitud total. Se queda parado mientras que mi interior se acomoda a él para que luego vuelva a torrarme, pero esta vez con movimientos rápidos y profundos, haciendo que mis pechos se muevan desconsoladamente.

Entre gemidos de desesperación, adoración y pasión, agarró mi cadera con fuerza para tirarme más hacia su cuerpo. Nuestros cuerpos se golpeaban con intensidad mientras que la mesa hacía el clásico ruido irritante. Sentía cómo toda la calidez me estaba recorriendo y clavé mis uñas en sus manos, haciendo que él clavase sus dedos en piel de manera dolorosa, embistiéndome cada vez con más fuerza hasta que nuestros líquidos se unieron en mi interior.

—Desagradable sujeto— tartamudé en voz ronca, aun temblando y sintiendo su pene palpitando en mi interior.

—Menos mal, tu cuerpo dice lo contrario— se acostó sobre mí para besarme los labios. —Te quiero, testaruda.

—Yo más.

—Se me olvidó decirte—dijo mientras me ayudó a incorporarme—Tus padres deben estar por llegar. Los invité a cenar.

—¿Qué?— grité a punto de reclamarle cuando escuché el timbre de la casa.

—Voy a la ducha.— me guiñó el ojo, sonriéndome pícaro, dejándome en las nubes.

«Llegaron mis papiiiis. Neurona bailarina»

«Tu casa es un desorden y tienes la cara de "apenas acabé de follar". Debemos buscar una solución rápida para salir de esto con dignidad. Esto pasa cuando las hormonas ocupan el primer puerto. Atte: el cerebro»

«¿Pero viste cómo nos folló? Activamos todas nuestras conexiones. Atte: neurona bailarina contenta y agradecida.»

«El cerebro abandonó el chat»

Te conozco x los zapatos ©®  Where stories live. Discover now