Capítulo 40. Sentencia final

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—¿Qué dijiste?— murmuró Antonella, mirándome a los ojos con fuego, enojo y agonía

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—¿Qué dijiste?— murmuró Antonella, mirándome a los ojos con fuego, enojo y agonía.

No contesté.

—Pensé...—balbuceó mientras negaba con la cabeza al tiempo que miraba su firma en el papel. —Pero...

—Una vez caí— di un paso hacia ella—, una vez lograste engañarme.—sus ojos buscaban una absurda compresión en los míos—, considérate afortunada, no muchas mujeres lograron hacerme mierda como tú lo has hecho. No hay segundas oportunidades. —La miré a los ojos y por primera vez logré respirar tranquilo. — Felizmente, por mí, ahora me enamoré de la mujer adecuada.

—¿No te da vergüenza jugar un papel? , ¿no te da vergüenza jugar con los sentimientos de una mujer así?—repuso histérica.

Saqué una carcajada mientras agarré el papel de la mesa y se lo entregué al abogado.

—¿No te da vergüenza reprocharme algo a mí?

—Iker, tenemos semanas desde que intentamos retomar nuestra vida juntos.

—No, tengo semanas desde que no soy yo, desde que dejé lo que realmente me interesa, tengo meses desde que vivo al lado de la mujer equivocada.

—¡Lo que hiciste puede ser contestado ante la ley!— alzó la voz enojada.

—De hecho, no— sonreí cruzándome los brazos. —Te dije que ibas a tener todo lo que yo tengo, desgraciadamente para ti todo lo que yo tengo es nada. —Deslicé la mirada de ella para mirar a mi hermana. —Todas mis acciones que incuban la empresa fueron transferidas a mi hermana, todo el efectivo de mis cuentas bancarias está en la cuenta de mi asistente personal, igual la casa y todo lo demás.

—¿Qué?

—Bienvenida a la vida normal— negué con la cabeza un par de veces y luego añadí— Intentaste poseer más y terminaste perdiéndolo todo.

—¿A sí?— sonrió con arrogancia— Olvídate de Raúl.

—Raúl no es hijo tuyo y tampoco mío, sino de mi hermana—escupí bajo su mirada sorprendida— Tu teatro acabó.

Antonetta giró su cabeza de forma desesperada hacia mi hermana, que mantuvo la cabeza en alto, mientras tanto mi secretaria número uno, mi amiga y Emir quedaron bloqueados. Evidentemente, cada uno por motivos totalmente distintos.

—La mayoría de las personas de esta estancia me escondieron cosas importantes— posé la mirada en Emir, quien había entendido la indirecta—, pero ninguno intentó manipularme en la forma en cuál tú lo hiciste— volví a mirarla.

Este rencor que sientes existe solamente porque tú todavía me sigues amando—replicó—. Admítelo, Iker!

—No estoy convencido ni siquiera de lo que una vez sentí por ti — confesé—Lo que viví al lado de otra mujer nunca sentí por ti.

—¡Por favor!— exclamó molesta, rodeando los ojos—. Esa mujer es totalmente al revés al ideal de mujer que tú tienes en la mente.

—Esa mujer logró romper todos los ideales sobre la mujer perfecta que una vez tenía en mi mente, construyéndose a sí misma como imperfectamente perfecta para mí.— arreglé mi chaqueta— Ahora, si no los molesta o si lo hacen, me importa un carajo, tengo unas cosas pendientes. —me encaminé hacia la puerta con decisión en contra del agarre de Antonella que intentó impedirme seguir mi camino.

—¡Íker, si vas a hacer esto, te juro que te vas a arrepentir!—gritó furiosa.

—¡Cállate, perra desvergonzada!— escuché la voz de Carina, mi asistente personal número uno, y en cuanto me giré, me encontré con la mejilla roja de Antonella. — Hace mucho que quise darse su merecido— sonrió Carina mirándome. —¡Es la puta Karma y hoy está en mi favor!

Tal vez no había actuado en la mejor manera, tal vez había esperado demasiado y cometido muchos errores, pero las cosas estaban hechas y la posibilidad de cambiar algo era nula. El pasado se había ido, por primera vez no tenía nada que me tenga aferrado a él, por primera vez el futuro me dejaba las puertas abiertas con un millón de posibilidades.

Nadie nunca contestó lo difícil que es cerrar una puerta, dejar el pasado atrás, las ilusiones, las personas, el daño hecho y consumido en cada poro de tu piel, pero es de valientes agarrar tus sentimientos dañados y dirigirte hacia un nuevo día con la esperanza de que algo mejorará.

—Iker— escuché la voz de Carina una vez que salí de mi oficina.

Me giré hacia ella, deteniéndome temporalmente , la miré y unas fracciones de segundo después sentí su abrazo amistoso.

—No, ¿qué te ibas de mi empresa?— sonreí, disimulando la extraña sensación que sentí ante su gesto afectivo.

—Eres un tarado—se retiró rápidamente dándome un fuerte golpe el brazo— Me iré de tu empresa pero hay algo que me dice que tú me seguirás.—habló y frunció el ceño—Te tengo una oferta. Te toca ayudarme y una vez con esto ayudarte a ti también. Llego el tiempo en el cual debes arreglarte la vida y ser quien en verdad tienes que ser.—sonrió con ternura— Llámame mañana. Mañana habrá otra batalla, pero hoy es necesario luchar y ganar la guerra que este día te ha impuesto.

—Necesitaré mucha suerte.— murmuré pensando en el infierno que me esperaba. Milla era digna de una reina...con zapatos feos, pero al final era jodidamente digna de una reina del infierno.

—Has luchado mil batallas por dentro, con mil sonrisas por fuera, ¿qué más da la batalla de hoy?—me dio unos pequeños golpecitos en el hombro y luego añadió:—Dios les da las peores batallas a sus mejores guerreros. ¡A la lucha, soldado!— me guiñó el ojo y luego lentamente se alejó de mí.

Si la vida no me mató aún, esa mujer con certeza y sin rastro de duda intentará hacerlo...

Te conozco x los zapatos ©®  Where stories live. Discover now