Capítulo 14. Un pequeño error

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Se acercó un poco más, con aliento cálido, a mi oído, y me susurró:

—Tu boca hoy me pertenece.— me agarró más fuerte en sus brazos mientras empujó la puerta, cerrándose detrás de mí. Su olor era adictivo o él era adictivo, no sabía exactamente qué era pero había algo que me congelaba el cerebro y encendía mi cuerpo en su presencia. —Quiero follarte la boca.— añadió, mirándome a los ojos y parpadeé.

Negué con la cabeza ligeramente mientras lo miraba a los ojos. Sentí cómo el rostro de su cuerpo se tensó y empezó a inhalar y exhalar con fuerza. En vez de apretarme más a su cuerpo, puso una distancia mientras no dejaba de mirarme. ¿Qué era lo que pasaba por su cabeza exactamente en ese momento?

—No es muy propio de ti huir de algo— parecía que algo realmente pasaba por su cabeza. — Nunca lo has hecho— afirmó de repente y mi corazón dejó de latir.

—Estoy a dos segundos de castrarte— murmuré entre dientes, de manera defensiva, evadiendo el tema.

—¿Por qué estás tan molesta?— habló en voz tranquila, tierna, totalmente diferente a la que normalmente acostumbraba a usar en mi presencia. Por primera vez podría decir que no tenía esa maldita tendencia de egocentrismo y superioridad.

—Por favor, dame el gato y acabemos con esto.

—Luego de enseñarte cómo debes chupar— replicó, agarrándome de la mano y saqué una carcajada irónica.

—No— volví a negarme—, no quiero hacer esto contigo. — sus ojos me miraron más oscuro que nunca y con un movimiento ágil me atrapó contra la pared. —¿Por qué demonios no te vas con otra para tener un polvo como el que deseas?

—Yo nunca dije que tú no eres el polvo que yo deseo.— su cara estaba a unos centímetros de la mía y notaba su respiración casi jadeando contra mi mejilla. —En verdad, hasta en este momento ni siquiera te había considerado un polvo.

Quería decirle que me dejara en paz, pero mi cuerpo una vez más reclama sus caricias y su sabor. Parecía una adición. Y yo no quería ser adicta a él.

—¿No me has considerado un polvo?— entrecerré los ojos dándole menos créditos que a un gallo. —Desde el momento en cuál llegué a tu maldita empresa, usaste tu poder de jefe para darme más trabajo que a cualquier empleado, de ridiculizarme en frente de tus socios, de mentirle a Emir que tengo herpes...— me calló con un beso totalmente inesperado.

—No me voy a disculpar por esto.— murmuró entre nuestros labios ardientes. —Pero, ¿aún no te has dado cuenta de que tú tienes más poder sobre mi de lo que tengo yo sobre ti?— sentí cómo mis ganas de golpearlo justo ahí bajaron considerablemente. No estaba acostumbrada a verlo vulnerable en absoluto.

Con un gesto ágil me giró y me apoyó las manos contra la pared. Mi piel se puso gallina en el momento en el cual sus manos pasaron por mi cintura, rodeándome y levantándome el vestido para poseer su mano sobre la tela de mis bragas mientras me cubría los hombros y el cuello con sus besos.

Te conozco x los zapatos ©®  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora