Capítulo 11. Esto no entraba en mi plan

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«Hoy es viernes y el cuerpo lo sabe...sabe que no va para ningún lado porque tiene que limpiar la casa»

El viernes por la mañana entré en el edificio con un manojo de tensión. Había tardado como siempre. En fin, él ya estaba acostumbrado con esto, y si no, pues ahí queda. De todos modos, en tres semanas nuestros caminos iban a separarse.

—Milla— la recepcionista me detuvo como bien acostumbraba a hacerlo.—El señor Sinclair pidió que te encargas urgentemente de todo lo que incluye la próxima conferencia.

—Pasaré por su despacho para ver qué se le ofrece exactamente.

—No está— replicó y levanté una ceja. — Te había esperado para decírtelo, pero como has tardado, te dejó una nota sobre tu escritorio y luego se fue con Carina.

—¿Cómo?— objeté indignada. —¿Adónde y por qué con ella?—La recepcionista me miró extraña. —Digo, soy su asistente personal, debería saber dónde está para poder contactarlo por si sucede algo en la empresa.

«¿Qué te está pasando, Milla, te volviste loca o qué?»

—Milla, nadie cuestiona las órdenes del señor Sinclair— me contestó con un tono casual—Es el jefe y, sin ofenderte o algo, creo que la única que sabe lo que hace o no es su otra asistente personal—. Depositó su mano sobre mi hombro. —No es que no seas igual o hasta más competente que ella, pero sabes que ellos dos tienen otro tipo de relación.— sonrió.

—Definitivamente.— le devolví una sonrisa esforzada, sintiéndome bien molesta y encabronada. —Bueno, si no está, acabaré con el trabajo y me iré más rápido a la casa.

—No se puede, Milla— rodeó los ojos. —Hoy hay una nueva junta y el señor Sinclair te quiere allá.

—El señor Sinclair me quiere allá y allá, pero él no está nunca por acá— rodé los ojos. —Bien, gracias.

Cinco horas más tarde, la sala de juntas está preparada, igual a todo el trabajo que el señor Sinclair decidió trasmitirmelo en una hoja de papel junto con un pedazo de mis bragas. ¡Imbécil de mierda! ¿Qué ha hecho con mis bragas? Pues a ver qué opina cuando se encuentra esa hermosa cajita que esconde la tarántula que se lo puse sobre la mesa. A ver, hijo de puta...

—A ver, Milla— dijo Emir sentándose a mi lado.
Emir era un amor de persona. Aun si no entraba en sus atributos, decidió ayudarme con la preparación de la sala. Hasta creo que él ha hecho la mayor parte del trabajo. —Cuéntame un poco sobre ti.

—¿Sobre mí?— me sorprendí.

—Sí, eres bastante enigmática y muy bien portada, pero quiero conocerte mejor.

«¿Muy buena portada, ¿dices?»

—No hay que contar, soy lo que ves—, me encogí de hombros. —Mejor cuéntame tú algo, ¿cómo llegaste a trabajar con este desquiciado?

Te conozco x los zapatos ©®  Where stories live. Discover now