Capítulo 24. Una tras otra.

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«Que me parta un rayo si una vez más me acuesto con alguien sin conocer hasta el número de sus calcetines».

Cada tictac del reloj venía a ser como una muestra de las repercusiones de mi jodido toxicómano Cupido, que una vez más cumplió su afición. «¡¿Qué coño?! Te voy a cachar yo algún día y voy a meterte esas flechas por el trasero, ¡Ya verás pedazo de mierda, ya verás!»

No quería abrir los ojos precisamente porque sabía que la realidad iba a sacudirme igual a un terremoto. No pretendía hacerlo entender el efecto que había causado en mi interior semejante noticia y mucho menos quería aceptar lo mucho que me molestaba toda esa situación en la cual me encontraba. No me atrevía a abrir ni siquiera un ojo porque sabía que iba a pillarme en tris. Siempre lo hacía.

«¡Progenitor de Lucifer!, tendrá algunas aptitudes sobrehumanas este bandido»

Estaba deseando que no fuera el viernes. Y con el deseo me había quedado porque no sólo seguía siendo el mismo día sino que era el peor viernes de toda mi vida. Un comienzo de fin de semana mefistofélico.

«¡Maldito Karma, ¿es que solo a mí me ves?»

No debía haberme involucrado con mi jefe. Ni siquiera debía haber empezado este juego estúpido e infantil que llevábamos. De todas formas no había forma para que yo adiviné que él estaba casado; y sobre todo que era padre, de lo contrario, ni siquiera mi dedo chiquito del pie lo hubiera visto.

—Milla—musitó, imprimiendo un tono simpático, tranquilo y lento durante el paseo de su dedo por mi mejilla.

«¡Muérdale el dedo al desgraciado!»

Indignada por su tocamiento, abrí los ojos, poniendo fin a todo ese martirio desbocado que sentía en mi interior. Al cabo de un rato, deslicé la mirada del techo y la dirigí hacia sus ojos azules. Mi sexto sentido se activó de inmediato y me apuré a llevantarme, alejándolo con empujón ligero a un lado.

Me miraba fijamente mientras su pecho subía y bajaba. Casi pude afirmar que sentía la misma tensión en su interior, pero tras una corta reflexión entendí que era algo imposible. Ese hombre no solo controlaba cada palabra que decía, sino la forma en la cual miraba.

«Maniaco controlador de mierda»

Le eché un vistazo apático.

—¿Te encuentras mejor?— preguntó y casi fui capaz de anticipar sus palabras siguientes con solo notar la forma en la cual se había mordido el labio inferior.

Ojalá pudiera decir que es un jorobado cojo y repugnante. Pero no. El condenado tiene lo suyo y sabe explotarlo triunfadoramente . Una prueba más de que no hay injusticia en este mundo.

—Milla—, de repente la puerta de su oficina se abrió y mi amiga entró por la puerta. Bueno, primero entró su panza, su voz alta y al final ella.

—No corres, que te me vas a descabezar— me pegué una cachetada sobre la frente y otra mental.

Te conozco x los zapatos ©®  Where stories live. Discover now